No hace falta arruinarse ni agotarse en un vuelo de 12 horas a Nueva York para vivir una Navidad de película. En Europa existen varios destinos no aptos para detractores de las fiestas navideñas y a la vez idóneos para aquellos que se dejan llevar por el espíritu navideño que traen las luces, el color, la nieve y el ambiente mágico que se vive a finales de diciembre en muchos lugares del planeta.

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Texto: Judit Vela
Fotos: Página web oficial de turismo de Varsovia y Judit Vela

Polonia es uno de estos lugares. La Navidad se respira por todas partes en estas tierras del este europeo. Tanto Cracovia como Varsovia –la Barcelona y Madrid polacas, para entendernos– nos ofrecen una gran variedad de rincones y actividades tan especiales como para querer volver las navidades siguientes o en cualquier otra época del año. Cualquier época del año es apropida para viajar a Polonia.

Varsovia, el renacimiento de una capital

La ciudad de Varsovia nevada e iluminada
La ciudad de Varsovia nevada e iluminada

En Varsovia, la capital del país, podemos descubrir un precioso casco antiguo que fue completamente destruido en la II Guerra Mundial y reconstruido de nuevo gracias al esfuerzo y a la ilusión de sus habitantes. Después de muchos intentos para montar un escritorio de Ikea, a una le cuesta imaginar cómo los polacos pudieron reproducir tan meticulosamente una parte de su ciudad desde prácticamente los cimientos. Fue un grandioso trabajo que tuvo como premio, años después, el merecido nombramiento de este centro histórico como Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO.

Ya en verano, otoño o primavera alargaríamos horas y horas un café, una cena o una cerveza (no muy fría, por cierto, y a veces servida con pajita aunque pueda resultar difícil de imaginar) en una de las terrazas de la plaza de la Ciudad Vieja, aprovechando unos precios maravillosamente bajos. Sin embargo, en fechas navideñas descubrimos la cara más elegante de esta parte de Varsovia. Un chocolate caliente mientras paseamos por sus calles y observamos -o probamos, quizás con alguna que otra caída- la bella pista de patinaje bajo un buen abrigo será uno de nuestros mejores recuerdos de la visita a la capital.

Iluminación navideña en las calles de Varsovia
Iluminación navideña en las calles de Varsovia

No podemos perdonar tampoco algunas otras visitas en Varsovia. El mayor gueto judío de Europa se encuentra en esta ciudad. Fue el escenario de la conocida película El Pianista, de Polanski, y en él murieron aproximadamente 400.000 personas. Quedan solo resquicios de lo que un día fue, pero no podemos evitar dejarnos impresionar por sus cementerios, su monumento a los Héroes del Gueto y el Museo Judío.

También es imprescindible una visita a la plaza del Castillo, con el río Vístula a un lado, probablemente semi-congelado en esta época del año. El primer sábado del mes de diciembre el alcalde de la ciudad inaugura las fiestas encendiendo las luces del gigantesco árbol de Navidad que preside esta plaza. Las familias con niños, las parejas y los grupos de amigos observan siempre atónitos el espectáculo.

Para despedirnos de Varsovia y viajar hasta Cracovia podemos coger el tren. Nos esperan unas 3 horas de camino y habremos aprovechado para visitar, antes de irnos, el Palacio de la Cultura y la Ciencia. Este polémico edificio (un regalo de Stalin al pueblo polaco), odiado por algunos y adorado por otros, se encuentra justo al lado de la estación de trenes y autobuses. Hoy día sirve como centro de exhibiciones, oficinas y observatorio panorámico.

Cracovia y la plaza más bella de Europa

Llegamos, por fin, a Cracovia. Su imponente plaza del Mercado es lo primero que visitamos. Se trata de la plaza medieval más grande de Europa. Los carruajes de caballos, los músicos y los adornos navideños nos transportan a otra época. Las ventanas de las casas burguesas que rodean la plaza reflejan los copos de nieve y nosotros nos sentimos en la película de la que hablábamos al principio. Vale la pena dejarse parte del aliento subiendo los estrechos escalones de la catedral para observar la ciudad desde las alturas. Además, en Cracovia existe la tradición de hacer belenes artesanales en madera, cartón y aluminio (szopki). Desde hace más de 70 años se llevan a cabo concursos de belenes que reúnen a gente de todas las edades. Cada año, el primer jueves de diciembre empieza la exposición de estos belenes en la plaza del Mercado.

Tanto en esta plaza como en las demás de la ciudad encontramos mercados y puestos navideños en los que comprar productos alimenticios como embutido, quesos, pierogi o miel; productos artesanales, ropa de abrigo y adornos. De estos últimos los más famosos son las bolas de cristal para adornar el árbol (exportadas a todo el mundo por los fabricantes polacos).

Plaza del Mercado - Cracovia
Atardecer en la plaza del Mercado de Cracovia

Conocida como la ciudad de las 200 iglesias, Cracovia es una ciudad por la que podríamos perdernos horas y horas, descansando de vez en cuando en alguno de sus cafés llenos de encanto. Muy cerca de la parte medieval de la ciudad se encuentra la Colina de Wawel, donde podemos visitar los principales monumentos de la ciudad: el Castillo Real y la Catedral de Wawel. Esta ciudad polaca también tiene su propio barrio judío, en el que encontramos varias sinagogas y el antiguo gueto (allí se rodó La Lista de Schindler, de Steven Spielberg).

La Wigilia es la noche del 24 de diciembre en Polonia. Una noche llena de simbolismo, tradición, misticismo y magia para los polacos. Estemos en Varsovia o en Cracovia, viviremos esa noche como nunca antes la habíamos vivido. Una escapada navideña puede hacerse a muchos países, pero sin duda Polonia nos sorprenderá y dejará con ganas de más. De mucho más.

Flandes es esa región que ocupa la mitad norte de Bélgica, habitada, entre otros, por los flamencos -¿aves rosas o bailaores?, famosa por su chocolate y su cerveza. Allí está Brujas, y Gante, y Bruselas ¿verdad? Y el Parlamento Europeo. Pero… ¿qué hay en Flandes más allá de los tópicos? ¿Algo realmente interesante? Pues resulta que sí, y mucho. Y aún más en esta época del año, cuando llega la ansiada, esperada y deseada Navidad.  

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Texto: Judit Vela
Fotos y vídeo: Turismo de Flandes y Bruselas

Podemos empezar hablando de Bruselas, la capital belga. De hecho, una de las tres regiones en las que se divide Bélgica es precisamente la Región capital de Bruselas (las otras dos son Valonia y Flandes, de esta última hablaremos más adelante). Para visitar Bruselas hay que olvidarse de cualquier expectativa creada con anterioridad. No vamos a París ni a Roma, por lo que no encontraremos grandes monumentos a cada esquina. Precisamente por ello resulta tan atractiva y única.

De cómics y mejillones

Bruselas son los detalles que encontramos a cada paso. De repente, muros y paredes ilustrados como si fuesen páginas de un cómic de Tintín, de Lucky Luke o de Los Pitufos. Y es que precisamente estos conocidísimos personajes de ficción son creaciones de artistas belgas. En cualquier otro momento, un agradable olor a chocolate que no se sabe bien de dónde procede (aunque no hace falta buscar mucho, las chocolaterías están por doquier). Pero Bruselas (o Flandes, en general) no es solo chocolate. Es también… ¡un plato de mejillones! Y de los buenos. Por algo llaman a Bélgica la capital europea de la gastronomía. El país tiene el récord Guiness del mayor número de restaurantes premiados con estrellas Michelin en relación con su número de habitantes. No nos olvidamos, por supuesto, de sus increíbles patatas fritas o de sus cervezas -pudiendo encontrar cartas con 2.000 tipos de cerveza en un mismo bar-.

Pista de hielo en Brujas, en Navidad

Ciudad de nieve en invierno y niebla en pleno verano, también sol todo hay que decirlo, con tejados y cúpulas que nos hacen creer que estamos en una película de Harry Potter. Antes o después de recorrer sus calles plagadas de pequeños detalles llegamos a la Grand Place. En agosto de cada año par, podemos encontrar una inmensa alfombra de flores que cubre su suelo por completo. En Navidad, los mercados navideños y un espectáculo de luz y sonido diario. Norias y pistas de hielo. ¿Puede imaginarse una estampa mejor? Víctor Hugo, famoso escritor francés, aseguró que no después de quedarse prendado durante su exilio en la capital belga. Ojo, eso sí, con ilusionarse antes de ver el Manneken Pis. Mide 61 centímetros, es pequeño pero a pesar de su tamaño despierta una enorme fascinación. Al encontrarse frente a él, sobretodo si nos lo encontramos con alguno de sus innumerables disfraces uno queda sorprendido, al igual que las decenas de turistas que están constantemente haciéndose selfies alrededor de esa pequeñísima estatua.

¿Demasiado bonito para ser cierto?

Alejémonos del centro, queda mucho por descubrir. Flandes tiene los secretos mejor guardados de Europa: Brujas, Amberes, Gante, Lovaina y Malinas. Quizás hayáis oído que son ciudades turísticas y artificiales. Siempre ocurre cuando vemos demasiada belleza en algo o alguien, dudamos y desconfiamos de ello. Lo que no podemos permitirnos es pensar eso sin saber que estas ciudades están así desde el medievo. Son, simplemente, así de hermosas. Las piedras de sus edificios han visto crecer a generaciones y generaciones, pero siguen resquebrajándose y envejeciendo con elegancia –como el buen vino-.

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Casas típicas de Flandes

Brujas

Brujas es sinónimo de quedarse sin palabras desde el minuto 1. Amor a primera vista -o visita, más bien-. Nadie se arrepiente de visitarla, ya sea andando, en carroza, bicicleta o barca. El único riesgo que corremos es que nuestra cámara se quede sin batería de tanto disparar. Sus librerías, puestos y pequeños puentes nos hacen sentir que hemos encontrado nuestro lugar en el mundo. La armonía y la paz son posibles a pesar de estar rodeados de viajeros provenientes de todo el globo. En Navidad se cuadruplica la sensación. Un festival de esculturas de hielo y nieve, un vino caliente con especias llamado Ghluwein o una subida de 366 escalones para contemplar las vistas de la ciudad, todas ellas experiencias que solo viviremos allí.

Gante

Puede pasar, como en cualquier lugar del mundo, que lleguemos a Gante y estén rodando una película en su plaza principal. Si pasa, puedes incluso sentirte orgulloso de estar allí y poder ver a extras paseándose en ropas medievales. Si no pasa, tienes toda la ciudad para recorrerla a tus anchas. La revista Lonely Planet la catalogó en 2011 como uno de los mejores destinos del mundo. Werregarenstraat, un poco difícil de pronunciar, es una calle exclusiva para los graffiteros y una visita curiosa para el viajero. En ella los artistas se expresan como quieren. Algo muy diferente encontraremos en los famosos beatarios, monasterios en los que habitaban las llamadas beguinas (mujeres que dedicaban su vida a Dios). Gante posee tres de ellos reconocidos por la UNESCO. Del 4 de diciembre hasta el 3 de enero podemos disfrutar también de mercadillo navideño y pista de patinaje.

Flandes
Brujas, la ciudad más famosa de Flandes

Lovaina

LovainaMalinas o Amberes. Lovaina es la primera, ciudad universitaria de Flandes por excelencia. Erasmus de Rotterdam impartió clases en ella. No sabemos si en aquella época los estudiantes eran como el prototipo que representa una de las estatuas más famosas de la ciudad: un joven leyendo un libro mientras vierte sobre sí mismo una jarra de cerveza. Dejando eso a un lado, no podemos hacer más que preguntarnos por qué no es tan famosa como Brujas o Gante. Probablemente tenga el ayuntamiento gótico más bello y famoso del mundo. Además, todo su casco antiguo está cerrado al tráfico. Las pequeñas construcciones rústicas de madera donde podemos encontrar decoraciones artesanales y degustaciones gastronómicas harán de nuestra visita navideña una auténtica delicia.

Malinas

Malinas, por su parte, es la más pequeña de las ciudades de arte flamencas y fue capital de los Países Bajos. Pequeña pero matona, con una catedral cuya torre mide 97 metros de altura. Hay que tener ganas -y tiempo- para subir sus 500 escalones. Eso sí, la recompensa es más que satisfactoria.

Amberes

Y qué decir de Amberes, ciudad de la moda, de los diamantes y de Rubens. Si se llega a esta ciudad en tren, lo cual es muy recomendable puesto que la ferrocarriles belgas unen de forma cómoda, rápida y, sobretodo puntual, todas las ciudades flamencas, quedaremos maravillados por su estación, en la que los andenes están situados en diversos pisos. Solo salir de ésta nos toparemos con el magnífico museo del Diamante. Sus amplias calles comerciales y su preciosa plaza Mayor rodeada de edificios gremiales de los siglos XVI y XVII, es una auténtica joya. Todo el centro de la ciudad es como un centro comercial que acoge las mejores tiendas y boutiques. Como en el resto de las ciudades de arte flamencas, del 5 de diciembre al 3 de enero, Amberes acoge los preciosos y entrañables mercados navideños tradicionales en Flandes.

Flandes en Navidad

Podríamos seguir viendo ciudades. Podríamos quedarnos muchos más días, aunque siempre habrá tiempo para volver. De momento, nos conformamos con vivir la magia que invade las ciudades de Flandes en la época Navideña, entretenernos entre las paradas de decoración navideña de sus mercadillos, divertirnos en sus pistas de patinaje, subir a norias gigantes... ¿El único deseo? Poder regresar. ¡Salud!

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No todos los días se puede dormir bajo un manto de estrellas a escasos metros del cráter de un volcán. Tras caminar 10 kilómetros cuando ya se ha puesto el sol, llegamos a la cima y olvidamos el miedo. Empezamos a aceptar la intensidad del momento y sentimos la potencia de la tierra bajo los pies mientras recorremos con la vista el lago de lava. Una sensación maravillosa e impactante a la vez. Localizado en el desierto de Danakil (en el cuerno de África), el volcán Erta Ale es la guinda de un viaje a Etiopía, concretamente a la región de la depresión Afar.

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Texto: Judit Vela / Fotos: Tarannà

Dormir en la cima de un volcán justo al lado de su cráter no es lo único que impresiona de esta expedición. Basta con llegar a esta tierra para sentir lo que es estar en el fin del mundo, en el lugar más caluroso y más bajo de la tierra respecto al nivel del mar. En la verdadera cuna de la humanidad, donde se han hallado los vestigios de los primeros homínidos. La famosa “Lucy” Australopithecus Afarensis era etíope.

Sobrevivir entre dunas

Un paraje inhóspito, unas condiciones arduas para vivir. Y aun así, podemos apreciar cómo sus habitantes se sienten orgullosos y seguros de su tierra. Ellos son los Afar, la etnia mayoritaria en esta región desde hace más de 1.000 años. Pastores nómadas que se mueven en busca de pozos de agua y que encontramos en Etiopía, aunque también habitan en Eritrea y Djibuti. Sus peinados nos llaman la atención. Llevan el pelo en forma de diminutos tirabuzones, trabajo digno de unas manos prodigiosas. Visten faldas cuyos colores varían en función del sexo de la persona y viven en chozas llamadas ari.

Afar
Joven de la etnia Oromo en el mercado de Bati

Poco a poco vamos entendiendo que no son especialmente dados a la comunicación con extraños. Protegen su hogar con cierto recelo e inspiran respeto. Han sabido sobrevivir en un medio hostil, manteniendo siempre su dignidad. Todo queda más claro cuando vivimos anécdotas junto a ellos: en el grupo de viajeros hay un médico y una enfermera. En un poblado, una chica afar tiene una grave quemadura en el pie. La atienden como pueden y, a pesar del dolor, la joven no derrama ni una lágrima. Una gran lección para nosotros, débiles y quejumbrosos occidentales.

Ver a los afar trabajando es otra de las vivencias más cautivadoras de esta aventura. Su principal sustento es la extracción de sal. Ante la gran llanura, nos preguntamos cómo es posible trabajar a esas temperaturas. Pero allí están ellos, cortando en grandes trozos uniformes los bloques de sal y transportándolos en sus caravanas de camellos como hacían siglos atrás. Por fortuna o desgracia, pronto dejarán de ser caravanas de camellos y pasarán a ser camiones que circularán por la nueva carretera que está en construcción.

camellos
Caravana de camellos en las llanuras de sal

Joyas de la tierra

A 45 metros por debajo del nivel del mar, llegamos al volcán Dalol. Las fuentes termales descargan continuamente líquidos ácidos que nos llenan las fosas nasales con el olor del que parece ser el mismísimo infierno. Nos envuelve una explosión de colores: amarillos, verdes, naranjas, blancos, marrones… forjados por la química volcánica. La naturaleza consigue quitarnos el aliento con el espectáculo que nos ofrece. En este momento nos miramos y nos sentimos unos seres verdaderamente privilegiados en una región dura y remota, pero extraordinaria.

Etiopía
Iglesia excavada en la roca en la región de Geralta

De mercado en mercado, también tenemos la oportunidad de pasear por ciudades como Assayita, la antigua capital del Sultanato Afar. En Assayita, muy marcada por la cultura musulmana, las temperaturas alcanzan los 54º en verano y, en invierno, no bajan de los 30º. Quizás por eso, aunque el viaje sea en plena época navideña, acabamos durmiendo fuera del alojamiento. Acostumbrados a las comodidades, a dormir en buenas camas y a beber lo que nos apetece en cualquier momento, quedamos fascinados cuando comprobamos que el verdadero placer está justo aquí: sobre un saco de dormir, admirando el cielo nocturno. Una sensación que ninguno de nosotros ha percibido en hoteles de lujo.

Toda Etiopía está salpicada de iglesias. Muchas de ellas excavadas en las propias rocas, como en el caso de la existente en la roca Wukro Cherkos. Nos transportamos a épocas remotas sólo con echar un vistazo a lo que tenemos alrededor. En el monasterio de Debre Damo, los monjes ascienden trepando por unas cuerdas. La famosa Reina de Saba era, supuestamente, una mujer etíope. Los restos de su palacio fueron largamente buscados hasta que en el 2008 un grupo de arqueólogos alemanes anunció al mundo el gran descubrimiento: en la antigua ciudad imperial de Axum, en el norte de Etiopía, se hallaban las ruinas del gran palacio. Y aquí estamos nosotros, preguntándonos cómo debió ser la vida palaciega para la legendaria soberana mientras observamos la piedra castigada por los años y los elementos.

En cuerpo y alma

Todos los viajeros tenemos un mismo objetivo: adentrarnos en una tierra desconocida, en el corazón de África. Un lugar del que todo el mundo ha oído hablar, ha leído libros o ha visto documentales, pero que pocos conocen en primera persona. La fotografía y el vídeo pueden jugar un papel fundamental en nuestro viaje, pero lo verdaderamente importante es estar aquí y conocer de primera mano a sus gentes, contemplar sus paisajes, sentir sus olores y disfrutar de las puestas de sol más espectaculares que se puedan imaginar.

Carretera solitaria en el Desierto de Danakil, Etiopía

En la región más árida y cruel del mundo, un simple aguacero tormentoso nos trastoca los planes del viaje. El polvo fino del desierto se torna espeso y pegajoso, con lo que nos resulta toda una peripecia cruzar con coches el terreno. Aun así, con ganas y espíritu es fácil superar obstáculos como éste, el calor o las horas de viaje. Ver como cada miembro del grupo busca solución a esos momentos es realmente curioso. Y, al final, todos acabamos sintiéndonos como grandes exploradores, a pesar de que éstos viajaban a lomos de un camello y no en un 4x4 con aire acondicionado.

Complicaciones como estas, además, son menos duras cuando se comparten. En una expedición en grupo es muy probable encontrarse con viajeros reales, aventureros y apasionados. Sin embargo, es igual de importante aprender a disfrutar individualmente de las sensaciones que se viven cada día y de la conexión con la naturaleza. La falta de intimidad también está presente, pero forma parte de la autenticidad del viaje. De todo ello en conjunto acaban surgiendo amistades duraderas que uno nunca habría pensado que haría en este rincón del planeta.

Así, rodeados de un paraje dramático, solitario y evocador que queda grabado en nuestra retina, comprobamos que hay que arriesgar para obtener a cambio experiencias como esta. Nos llevamos una tierra viva y fascinante que ha conseguido hipnotizarnos. El lugar más caluroso del planeta para el cuerpo pero, sobre todo, para el corazón y el alma.

Contactar con Tarannà Viajes con Sentido

Reportaje realizado a partir de entrevistas con Xavier Gil (especialista en Etiopía y responsable del departamento virtual y web de Tarannà), Enrique Pidal y Pep Rufach, viajeros.

Dallol Taranna from Tarannà Viajes on Vimeo.

 

Vistas del paisaje en Haputale

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Más información sobre este viaje a Sri Lanka desarrollado por Tuareg Viatges

Dicen que todos los tonos del verde se encuentran en Sri Lanka. Que a medida que va cambiando el paisaje puedes apreciar la variedad; desde el verde lima de los campos de arroz hasta el verde oscuro de las palmeras, pasando por el turquesa del mar. Dicen que el esrilanqués, más que hacer, está. Vive y deja vivir, y contagia al viajero de un espíritu pacífico y sosegado. Poco a poco van dejándose atrás las prisas y el estrés característicos del turista que quiere verlo todo, arriesgándose a quedarse sin nada.

judit-velaTexto: Judit Vela
Fotografías: Tuareg
Video: Oficina de Turismo de Sri Lanka

Dicen y tienen razón. No hace falta mucho tiempo en el país para descubrirlo. Sólo llegar nos invade esa agradable sensación de tranquilidad, que contrasta con la intensidad de la luz, de los colores, del olor a especias y del calor húmedo. Sri Lanka es un país que sorprende por su variedad. Al contrario de lo que uno pueda pensar o imaginar antes de venir, no solo estamos ante un destino de playa idílica. Sri Lanka es más y es menos, es la lágrima de la India pero también la sonrisa, es afrutada y picante, acogedora y reservada. Es la tierra de los mil nombres.

La roca León en Sigiriya
La roca León, en Sigiriya, una impresionante mole a 285 metros de altura

El triángulo cultural
Quien más quien menos conoce algo sobre los mayas y los aztecas. Parece ser que se llevaron toda la fama sin dejar nada para los demás. Por ello, cuando la guía nos explica que en Sri Lanka existió una cultura milenaria experta en sistemas de riego, tanto o más avanzados que los impantados por los egipcios, no podemos dejar de sorprendernos. Nos empapan de conocimiento mientras visitamos templos, ruinas y ciudades, muchas declaradas patrimonio de la humanidad por la UNESCO. La mayoría, además, con nombres imposibles para nosotros. Cada uno le da su toque personal al pronunciarlos mientras los demás ríen al escuchar la nueva versión.

Anuradhapura, Polonnaruwa y Sigiriya forman el denominado triángulo cultural. No recordaremos sus nombres, pero sí la larga cola de gente antes de subir a la cima de la roca León en Sigiriya, a 285 metros de altura, y lo mucho que vale la pena esa espera. Su posición elevada nos regala una vista panorámica de 360 grados tan espectacular que al instante olvidamos el esfuerzo de la subida. Nos hallamos rodeados de jardines y de una vegetación tan espesa como infinita.

A nuestro alrededor vemos y oímos a más esrilanqueses que a turistas, ya que el estado da un día de fiesta a los trabajadores de sus empresas y los lleva a visitar un lugar del país. Este año los trabajadores de la confección visitan Sigiriya. Gracias a ello podemos ver a tantas mujeres luciendo elegantes vestidos de colores. Nos sentimos frustrados al comprobar que nuestras cámaras no logran captar la belleza del lugar, pero sabemos que la visita se ha impregnado de un aire auténtico que permanecerá en nuestra memoria.

Paisaje verde oculto tras la niebla
Las plantaciones de te tapizan la isla de verde

Tapices de té
Sin embargo, la roca León en Sigiriya no es, ni de lejos, la zona más alta del país. Cambiamos radicalmente de paisaje. Dejamos atrás esa primera parte cultural y nos dirigimos hacia el verdadero techo del país, hacia las inmensas plantaciones de té en montañas que parecen tapices. Bajo el sol, las mujeres tamiles recolectan hojas a una velocidad récord, cargando en sus espaldas sacos llenos de cosecha y desafiando la gravedad sobre un terreno desigual. Enfundadas en sus saris de colores, nos sonríen a pesar del esfuerzo, como si nuestra presencia allí hiciese más ameno su trabajo.

Sri Lanka es el mayor exportador de té del mundo. Nos encontramos en el centro del país, en una ciudad colonial llamada Nuwara Eliya o, coloquialmente, "Little England" (Pequeña Inglaterra). El famoso té de las cinco, tan típicamente inglés, proviene de estos campos de cultivo y puede saborearse gracias a las curtidas manos de estas mujeres. La pureza de su aroma invade el lugar, y la temperatura es mucho más agradable aquí arriba, en las Tierras Altas de Sri Lanka.

Llegamos en tren y marchamos en tren, el mejor medio de transporte para apreciar el lugar. Parece de juguete y serpentea entre paisajes bucólicos y pintorescos, recorriendo tranquilo las laderas de montes y colinas a 2.000 metros de altura. Desde la ventana, la niebla nos induce a creer que viajamos por encima de las nubes. Quizás no es el más confortable del mundo, pero viajar en él nos da la oportunidad de compartir impresiones e intercambiar sonrisas con los lugareños.

Trayecto en tren por las Tierras Altas
El tren es el mejor medio de transporte para conocer Sri Lanka

Paz interior
Una visita a la colosal estatua de Buda, de 12 metros de altura, esculpida en roca de una sola pieza. Un paseo en barca por el río Madu, observando a los típicos pescadores zancudos y su peculiar forma de pescar. Una jornada de descanso, rodeados de palmeras, arena blanca, playas desiertas y tropicales…  En esta ocasión, el mar está demasiado bravo y movido para permitirnos nadar en él. Es el riesgo que corremos si visitamos el país en época de monzón. Lo que sí podemos es contemplar las olas de un paisaje costero que, sorprendentemente, no recibe aglomeraciones de turistas. Todo ello, mientras disfrutamos de los mejores sabores del país: piñas, cocos, bananas de mil tipos…

Nunca habíamos pensado que comer sano podía llegar a ser tan placentero. Aquí, la fruta y la verdura saben a néctar de dioses. Sus colores vivos y brillantes nos resultan más apetecibles que nunca. Después de unos días hemos conocido muy de cerca la paz interior, la amabilidad, la paciencia y la felicidad oriental que tan necesaria es también para nosotros. Los ojos curiosos de los lugareños siguen fijándose en los grupos de viajeros con interés, a pesar de recibirlos durante todo el año sin descanso.

Nos hemos adaptado al ritmo lento del país, tan lento como el caminar de los elefantes que hemos podido ver y tocar en su hábitat natural. Despedimos la tierra del té, de los elefantes y de las sonrisas con una sensación de bienestar sin precedentes. Volveremos por gusto, pero también por necesidad. La necesidad de parar el tiempo, de pausar nuestra ajetreada vida y hacerla eterna. Tan eterna como Sri Lanka, la tierra de los mil nombres.

Contactar con Viajes Tuareg

Reportaje realizado a partir de entrevistas con Pilar Petit (guía en Sri Lanka), Gemma Suñé y María A. Edo, viajeras.

Centre Observació de l'Univers. Montsec
s Vista nocturna del Centre Observació de l'Univers, en el Montsec, Lleida

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Autocar a les Estrelles

Decíamos, cuando se nos preguntaba qué queríamos ser de mayores, que seríamos astronautas. Puede que incluso antes, en la cuna, consiguiésemos dormirnos mientras observábamos uno de aquellos móviles con planetas, estrellas y cohetes colgantes. Algunos tuvieron la genial idea de pedir para reyes un telescopio. Y es que todos hemos soñado alguna vez con contemplar la tierra desde el espacio exterior, con flotar de un lado a otro y con esos seres foráneos llamados extraterrestres. Una buena manera de hacerlo es subiendo a bordo del Autocar a les Estrelles.

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Texto: Judit Vela

Poco a poco fuimos aceptando que, probablemente, aquello jamás ocurriría. A cierta edad uno pierde la inocencia y no se aventura a decir a la ligera que quiere estudiar astronomía, astrología o astrofísica. Sin embargo, llegamos a darnos cuenta de que no todo está perdido. Existen lugares en los que sentirse muy cerca de nuestros sueños de la infancia. Lugares que deberíamos disfrutar, al menos, una vez en la vida.

Parece imposible que puedan estar tan cerca. Rodeados de un cielo espantosamente gris, acostumbrados a no ver más que unas pocas estrellas cuando cae la noche y afectados por la contaminación que gobierna sobre los núcleos urbanos. Parece imposible, pero es cierto. Uno de los seis mejores lugares del mundo para ver las estrellas se encuentra en la sierra del Montsec, en el Prepirineo catalán. Allí vemos el cielo en su estado más puro gracias a sus privilegiadas condiciones meteorológicas y a la baja contaminación lumínica. Lo que hace 200 millones de años fue una cuenca marina, hoy es el Parc Astronòmic Montsec, a más de 1.500 metros sobre el nivel del mar (la fundación Startlight (UNESCO) le concedió el Certificado como Destino Turístico Starlight por las buenas condiciones para la contemplación de las estrellas).

 

The International Space Station, with a crew of six onboard, is seen in silhouette as it transits the moon at roughly five miles per second, Sunday, Aug. 2, 2015, Woodford, VA. Onboard are; NASA astronauts Scott Kelly and Kjell Lindgren: Russian Cosmonauts Gennady Padalka, Mikhail Kornienko, Oleg Kononenko, and Japanese astronaut Kimiya Yui. Photo Credit: (NASA/Bill Ingalls)
La Luna desde la Estación Espacial Internacional. Crédito foto: NASA/Bill Ingalls

Sentados bajo su enorme cúpula visualizamos una película informativa sobre el origen de las estrellas. De repente, cuando termina, sentimos poco a poco una suave brisa fresca. El techo se va abriendo despacio. La sensación es indescriptible cuando nos sabemos allí, ligeramente tumbados, bajo un lienzo de estrellas reales que nos cubre por completo. El valle es nuestro escenario y, a pesar de estar viviendo una experiencia grandiosa, nos sentimos más diminutos e insignificantes que nunca ante tal espectáculo. Como dijo el gran Stephen Hawking, mirar las estrellas es mirar el pasado. Así estamos: literalmente, viajando en el tiempo a través del universo.

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El planetario del Observatori del Montsec con la cúpula abierta

Llegar al Observatori del Montsec en el Autocar a les Estrelles es, sin lugar a dudas una experiencia única. Antes habremos parado en el Monestir de Les Avellanes, una antigua abadía del siglo XII adaptada a las necesidades del siglo XXI. Emplazada en un espectacular entorno natural de bosques, jardines y viñedos idóneos para disfrutar de un plácido descanso. Allí podremos disfrutar de una magnífica cena con un Menú Astronómico, disfrutando del magnífico claustro del monasterio.

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Claustro del Monestir de Les Avellanes

 El Montsec es descrito como la herencia más viva de una tierra donde el transcurso del tiempo y la historia se explican a cada paso. Esta vez, la mejor herencia será la que dejemos nosotros a los demás tras explicarles lo que hemos podido vivir y sentir aquí, en las verdaderas puertas del firmamento.

Consultar la información sobre el Autocar a les Estrelles

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Autocar a les Estrelles

 

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Descubrir Argentina al mejor precio

 

El primer paso siempre es el más difícil de dar, sobre todo cuando se trata de un viaje de miles de kilómetros. Sin embargo, todo comienza en ese momento. El momento en el que te ronda la cabeza esa loca idea de poner rumbo a la otra punta del mundo. El momento en el que, entre cervezas, le comentas a algún amigo tu deseo de viajar a Argentina, a pesar de saber que va a mirarte con cierta incredulidad y va a querer ponerte los pies en la tierra. El momento en el que, sin saber bien por qué, empiezas a buscar en internet. El momento en el que decides que empiezas a ahorrar, porque no puedes quitarte esa idea de la cabeza. El momento en el que, por fin, decides dejar volar tu imaginación. Argentina quiere conquistarme. 

Los Andes
Vistas de los Andes desde la Puna

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Texto: Judit Vela
Imágenes: Aucan Traveling Experiences y Pixabay

De repente te encuentras en un aeropuerto rodeado de extraños que vuelan a sitios seguramente más baratos, menos peligrosos y más cercanos que el tuyo. Despidiéndote de la familia. Sorprendiéndote a ti mismo por tus ganas incontrolables de abrazar y besuquear a los tuyos. Tú, tan frío y distante durante los 300 y muchos días del año restantes. ¿Miedo? No, no es lo tuyo. Bueno, quizás un poco. Miedo y esa maldita pregunta que emerge de tu subconsciente: ¿Qué puede aportarte este viaje? ¿por qué no te has quedado en casa? Con lo a gusto que se está. Y es precisamente ahí cuando te das cuenta de que tu zona de confort ha quedado atrás para dar paso a ese gran viaje hacia tí mismo. Y hacia Argentina, la tierra del fuego y el hielo. De los seis continentes. El centro de la tierra, para tí, durante estos días.

La niña bonita de Sudamérica

Buenos Aires
Casas coloridas en el barrio de la Boca, Buenos Aires

Lo de menos, el jet lag. Lo de más, esa ilusión inminente al aterrizar. Datos que con el paso del tiempo se borrarán de mi recuerdo bailan en mi mente al mismo son que el leve mareo que siento al bajar del avión. Acabo de pisar el octavo país en el mundo y segundo de Sudamérica por extensión. Más de 41 millones de personas. 23 provincias y… Buenos Aires, ciudad autónoma y capital. La preferida, la niña bonita de esta parte del mundo, la reina del Río de la Plata. Al salir del aeropuerto no sé si estoy en Buenos Aires, en Madrid o en París. Me rodean edificios, avenidas, plazas y monumentos que me resultan familiares. Europeos. Con esa mezcla entre lo clásico y lo moderno que caracteriza a las grandes metrópolis. Sin embargo, no hace falta andar ni buscar mucho para comprender por qué esta ciudad tiene esa fama de carismática: es su atmósfera, nostálgica y bohemia, vivaz y frenética.

El aroma a brasas y las chimeneas humeantes saliendo de las parrillas me abren el apetito mientras observo, boquiabierta y con la piel de gallina, a una pareja bailando tango estratégicamente colocada en una esquina de la calle para atraer a turistas. Sin saberlo, ellos también alimentan mis ganas de aprender a moverme así, con tal desgarro, pasión y elegancia. Como el tango, Buenos Aires me hipnotiza a cada paso que doy. Buenos Aires y… quizás, un poco, el fernet –bebida originalmente europea que ha pasado a formar parte de la identidad cultural argentina-. No obstante, al igual que en España no es todo paella y flamenco, en Argentina no es todo asado y tango. Lo verdaderamente real y auténtico es todo aquello con lo que voy topando de forma inesperada. Los variados colores de las casas del barrio de la Boca suavizados por la luz del atardecer, el gigante obelisco alzándose ante mí en una de las avenidas más anchas del mundo, las antigüedades del mercadillo en San Telmo pidiéndome a gritos que las lleve conmigo a casa. Y, por fin, la noche. A pesar del cansancio, la vida nocturna argentina está esperándome. Cada uno de los bares y garitos de la ciudad transforman, al caer el sol, a la niña bonita de Argentina en una joven alocada y gamberra. Y lo mismo pretenden hacer conmigo.

Donde nace el arcoiris

Iguazú
Cataratas de Iguazú, en el Parque Nacional de Iguazú

El guía nos avisa: chubasquero puesto si queremos admirar más secos que mojados una de las siete maravillas naturales del mundo: las Cataratas de Iguazú. Una maravilla que, además, actúa como límite natural entre Argentina y Brasil. Una vez allí, consigo entender por qué lo que tengo ante mí está considerado como una de las joyas más preciadas de la Tierra. Me siento minúscula e insignificante ante la enorme masa de agua, espuma y vapor. El sonido es atronador. Nos explican que puede oírse en 15 kilómetros a la redonda. Por ello las cataratas más bellas del mundo hay que verlas y oírlas, solo así pueden sentirse de verdad. Sin embargo es justo en ese pequeño instante en el que la luz atraviesa las miles de gotas de agua cuando se crea la verdadera magia: en Iguazú nace el arcoíris, que parece querer indicarnos el camino más directo al cielo.

Situadas en el Parque Nacional Iguazú, las poderosas cataratas han hecho que olvidemos el cansancio de la travesía. El olor a tierra mojada y hierba fresca, el aleteo de las aves tropicales vestidas de colores brillantes y el paisaje que nos ofrece el tren abierto mientras llegamos desde el lado brasileño de las cataratas hasta el lado argentino, son las sensaciones que nos recuerdan una vez más por qué ha valido la pena emprender este viaje.

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Paisaje del Cafayate, en la provincia de Salta

Entre aviones y autobuses nos desplazamos de una parte a otra de este inmenso país. A un ritmo mucho más tranquilo que Buenos Aires se mueve la provincia de Salta, apodada “la linda”. Fronteriza con Bolivia, de clima soleado, palmeras infinitas que sobrepasan los tejados y una catedral que quita el aliento. Lugar de folclore y talento, en ella –nos explican– podemos incluso llegar a padecer el “mal de altura” a distancia, al observar los picos de 5.000 metros que asoman desde los Andes. Extrañados al percibir que las gentes del lugar tienen las bocas inflamadas, llegamos a descubrir que, para paliar el mal de altura, tienen la costumbre de mascar hoja de coca, haciendo con ella una especie de bola. Una tradición heredada de los indígenas que habitaban la zona antes de que llegaran los españoles. Nosotros hemos llegado hasta aquí después de todo un día de aventura: bordeando la ruta del famoso Tren de las Nubes, pasando por ruinas preincaicas, llegando al corazón del altiplano la Puna, transitando parte del recorrido de la mítica Ruta 40, visitando las Salinas Grandes y, finalmente, descendiendo por la gran cuesta de Lipán hasta la ciudad de Salta. Todo ello con gasolina de repuesto encima, ante la posibilidad de no cruzarnos con un alma en kilómetros de recorrido por las carreteras y llanuras.

El silencio del hielo

Mientras estemos en este país, el espectáculo nunca se acaba. Los tonos de la montaña de Purmamarca cambian según transcurre el día, y hacen que sigamos disfrutando de las obras de arte que la naturaleza argentina nos ofrece. Pero, sin duda, lo mejor está por llegar. Ya en el sur del país, nos dirigimos al Parque Nacional Los Glaciares, a 80 km de la ciudad de El Calafete, que nos espera impasible e imponente. El árido paisaje estepario de la Patagonia Argentina se encuentra con el inmenso océano. Y… ¿cómo decirlo? No hay palabras para describir la sensación de estar ante un glaciar tan majestuoso e inabarcable, un bloque de hielo tan impresionante que nos eriza la piel a todos y a cada uno de los que estamos allí delante. Somos miles los viajeros que lo visitan a diario. Y aun así, solo se escucha un silencio sepulcral. Solo estamos el glaciar y yo, y ese silencio… que se interrumpe cuando el hielo anuncia, rugiendo desde su interior, que se producirá un desprendimiento en ese momento. Nunca habría llegado a imaginar que me emocionaría y conmovería tanto observando agua solidificada, pero todos coincidimos: estos glaciares son una maravilla ante los ojos de todo aquel viajero que los visite. Nos explican que se trata, además, de una de las reservas de agua potable más importantes del mundo después de los Polos.

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Glaciar Perito Moreno en El Calafate

Tengo la indescriptible sensación de haber visto más en estos días recorriendo Argentina que en toda mi vida. Ciudades, montañas, viñedos, selvas, cataratas, glaciares… de norte a sur, este país tiene el poder de hacer que el viajero quede perplejo a cada segundo. Ahora entendemos por qué dicen que el ego es el argentino que todos llevamos dentro, pues hemos sabido de primera mano cómo es esa personalidad de sus gentes, tan criticada por unos y alabada por otros, de tangos sentimentales y amores de todo o nada. Canallas y narcisistas pero de un corazón tan grande como su país. Aunque hemos conocido formas de vida muy diferentes de un lugar a otro mientras saboreábamos la travesía, una cosa nos ha quedado clara: todos están orgullosos y presumen -con razón- de su querida Argentina . Los guías locales en cada destino han sido capaces de transmitirnos todo su conocimiento, y es que ellos, mejor que nadie, conocen los usos y costumbres del lugar. Pero, sobre todo, han sabido compartir su sentimiento como viajeros del alma, aventureros y descubridores. Ya habiendo crecido como seres humanos después de un viaje así, solo nos queda darle la razón a aquél filósofo chino llamado Lao-tsé cuando decía que “un viaje de mil millas… comienza con el primer paso”.

Contactar con Aucan Travelling

 

Reportaje realizado a partir de conversaciones con la viajera Roxana Martínez Ucha y con Jorge Prestamo, guía de viajes en Aucan Traveling Experiences.

Canción: Otra luna - Carlos Libedinsky

Es alto, apuesto y simpático. Atiende a cualquiera que se le acerca como si estuviese tratando con sus vecinos de toda la vida. Todo el mundo lo conoce, fue un famoso jugador de rugby en sus mejores tiempos. Ahora se apoda Bebelle, en honor a su padre, y regenta un puesto en el mercado de la ciudad de Narbona. De hecho, él mismo asegura que conoció y aprendió del célebre Pinocho, del barcelonés Mercat de la Boqueria. Lo más curioso es verlo en plena acción: él pide la carne al carnicero del puesto de en frente y éste se la pasa por los aires como quien pasa un balón de rugby. Él, por supuesto, la coge sin mirar, con una mano y con la destreza de quien ha jugado durante tanto tiempo. Digno de presenciar.

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Texto: Judit Vela
Imágenes: Judit Vela y Tryptic Comunicació

Al Mercado Les Halles hemos llegado después de atravesar el río que cruza la ciudad, por un puente decorado con flores a ambos lados. Desde el Puente de los Mercantes pueden observarse las barcas y las casas viejas de colores ocres y gastados por el paso del tiempo, una postal que hace que resulte imposible no sacar la cámara. De hecho, el Canal de la Robine ha sido declarado Patrimonio Mundial por la Unesco. La luz ilumina el paseo de árboles por el que hemos caminado hace un momento. Estamos en Narbona. Un lugar poco explotado por las revistas y blogs de viajes, uno de esos rincones que ocultan entre sus muros historia, arte y cultura, a tan solo dos horas en tren desde Barcelona. A veces tenemos la mala costumbre de viajar lejos buscando algo que, en realidad, tenemos a pocos pasos de la frontera.

Narbona, tierra de historia

Narbona
Calles del casco antiguo de Narbona, Francia

Tuvo su tiempo de gloria. Narbona fue la capital de la Galia romana, atravesada por la Vía Domitia. Era un paso obligado para ir desde Italia a España. Podemos observar los restos de esta vía en la misma plaza del Ayuntamiento. Hoy los niños juegan en ella, pisando lo que un día pisaron las legiones romanas. La guía nos explica que el Ayuntamiento, afortunadamente, tomó la decisión de dejarla al descubierto. A pocos pasos de allí encontramos la catedral de San Justo y San Pastor, olvidada por quienes debieron acabarla para que fuese una de las cuatro catedrales más grandes de Francia. Aun así deja más que satisfecho al visitante, con ese estilo gótico que tanto nos recuerda a la de Notre Dame de París. A través de una callejuela a la sombra llegamos al museo de la ciudad. En él, la guía nos explica la curiosa historia de la vizcondesa Ermengarda, una figura popular muy querida por las gentes de Narbona. Luchadora, inteligente, protectora de trovadores y con una vida digna de plasmar en una película hollywoodense. Para acabar la visita, la guía nos cuenta que en 2016 se pondrá en marcha el proyecto para construir el segundo museo romano más grande del mundo.

Les Grands Buffets, un sueño gastronómico

Nuestro estómago empieza a rugir. Tenemos la gran suerte de estar en la ciudad que acoge el mejor bufet libre de Europa. ¿Bufet libre? Sí, pero muy alejado de la idea tradicional de bufet y de la típica imagen que nos viene a la cabeza: mucha gente, demasiadas colas y mala calidad. Para los amantes del buen comer, Les Grands Buffets es todo un sueño hecho realidad: alta cocina francesa sin límite y sin necesidad de vaciarse los bolsillos. Elegancia, orden, limpieza y tranquilidad. Una vez allí, te das cuenta de que no hay necesidad de empacharse. Sabes que volverás en algún momento y podrás probar lo que no pruebes la primera vez.

El recorrido es sencillo. Cuatro grandes apartados: La Rostissérie, La Mer, La Fromage y La Pastissérie.  El centro del restaurante nos atrae por su olor a brasas y asado: en él se encuentra La Rostissérie. Los chefs cocinan los platos al momento, a la vista y al gusto de quien espera perplejo y hambriento al otro lado del mostrador. Entrecots, magret de pato, langosta o bogavante, entre muchos otros. Aunque quizás seas más de pescado. Si es así, tu lugar es La Mer: infinita variedad de mariscos como las ostras de Gruissan, mejillones, salmón ahumado

Les Grands Buffets (3)
La Rostissérie, Les Grands Buffets (Narbona)

Pero, quizás, lo más impresionante sea La Fromage: más de 40 variedades de queso. Y aun así, el propietario de Les Grands Buffets, Louis Privat, nos cuenta que no está conforme. Quiere llegar a tener 80 tipos de quesos. Y es que Francia tiene una curiosa tradición que puede verse también en algunos hogares españoles: comer queso después de comer, como postre. Aun así, para aquellos que prefieran postre dulce, está La Pasissérie. El paraíso de los golosos, con 100 postres a elegir entre los que se encuentran macarons, crepes, milhojas, bizcochos, etc.

La Fromage, Les Grands Buffets - Narbona
La Fromage, Les Grands Buffets (Narbona)

No podemos dejar de mencionar los vinos, a precio del distribuidor. Una selección de 70 variedades de toda la región del Languedoc-Roussillon. Oh la lá, Narbona. Nuestro estómago sigue rugiendo, pero esta vez no es por el hambre. Son las mariposas que aletean en nuestro interior después de habernos enamorado irremediablemente de ti. Volveremos a escaparnos pronto para disfrutar de tus encantos con la certeza de saber que viviremos un día singular y memorable. À bientôt!

Precios: Les Grands Buffets 29,90€ (sin bebida). Niños hasta 5 años gratis. Niños de 6 a 10 años 14,95€.

Cómo llegar: Tren Renfe-SNCF, dos horas Barcelona-Narbona. Les Grands Buffets se encuentra a 20 minutos de la estación caminando, aunque también se puede llegar en autobús.

Erasmus… ¡ay, el Erasmus! O habéis hecho uno o, seguramente, os quedasteis con las ganas. Una de dos. No hay más opciones. Visitando Montpellier dan ganas de volver a la universidad únicamente para elegir el Erasmus en esta joven ciudad. Pero, ¿y si no hiciera falta volver? ¿Y si pudiéramos plantarnos allí en menos de 3 horas desde Barcelona para escaparnos cualquier fin de semana?

judit-vela Texto y fotos: Judit Vela

Es así. Desde 2013, Renfe y SNCF, dos de las grandes, crearon una alianza que hizo posible viajar de España a Francia -y viceversa- en trenes de alta velocidad. Nada más y nada menos que conectando Madrid, Zaragoza, Tarragona, Barcelona, Girona y Figueres en España y Perpignan, Narbona, Beziers, Agde, Sète, Carcasona, Toulouse, Montpellier, Nimes, Aviñón, Aix en Provence, Marsella, Valence, Lyon y París en Francia.

Paisaje desde el tren RENFE-SNCF
Paisaje desde el tren de alta velocidad RENFE-SNCF

Y es que… el tren, ¡ay, el tren! Y todo lo que tiene de bueno. Que les pregunten a los protagonistas de Before Sunrise. En un tren todo es posible. Desde leer un buen libro mientras tomas un café cómodamente hasta enamorarte de un desconocido tras un irresistible duelo de miradas. En un punto de nuestro trayecto nos sentimos flotando sobre el agua.

Y, de repente, Montpellier, que una vez perteneció a la Corona de Aragón y que hoy nos saluda con un sol como el que atrae a los extranjeros a España. Igualito. Y unos originales tranvías ilustrados. Cada línea representa un elemento: aire, agua, tierra y fuego (ya no tan parecido a lo nuestro).

Place de la Comédie, Montpellier
Place de la Comédie, centro neurálgico de Montpellier

Nos dirigimos al centro neurálgico de la ciudad: la Place de la Comédie, repleta de terrazas, cafés y gente por todas partes. En ella destaca la Opéra Comédie, con una fachada que recuerda sospechosamente a la de París, al igual que las de los demás edificios. Frente a la Opera, las Tres Gracias se erigen en una escultura que también hace de fuente. Nos cuentan que antiguamente estaba mal visto que tres cuerpos desnudos (aunque fuesen de piedra) se exhibieran en un espacio público. Hoy en día, los habitantes de Montpellier ni siquiera se paran a admirarla. Bien al contrario que nosotros, los viajeros. Nos sorprende lo muy limpia y cuidada que está la ciudad, a pesar de que casi una cuarta parte de los habitantes sean estudiantes. Qué malos son los tópicos.

La cultura se respira en el aire. Y se saborea, sobre todo si comes en un Centro de Cultura Contemporánea. En Montpellier es posible desde que La Panacée abrió sus puertas. Estamos en el único centro cultural en Francia que posee viviendas equipadas para los estudiantes. Haciendo honor a su nombre, “Panacea” -un antídoto que todo lo cura-, después del descanso y la visita nos sentimos con suficiente energía para continuar.

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La Panacée, Centro de Cultura Contemporánea de Montpellier

Por sus calles estrechas y empedradas encontramos desde medias bicicletas incrustadas en paredes de edificios hasta enormes trampantojos (pinturas que recrean fachadas), pasando por iglesias reconvertidas en museos. Arte urbano por doquier. Y leyendas. En Montpellier podemos descubrir el origen del famoso refrán sobre el perro de San Roque (sí, el que no tenía rabo). La ciudad puede visitarse en un día, pero precisamente por estos detalles merece la pena dedicarle, al menos, un fin de semana. Y perderse. Y volver a pasar por una misma calle para descubrir lo que antes no habíamos visto.

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Calles empedradas en Montpellier

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Iglesia reconvertida en sala de exposiciones y bandera francesa en el Arco del Triunfo de Montpellier

La Facultad de Medicina en funcionamiento más antigua del mundo está justo aquí. Entre sus muros estudiaron personajes tan conocidos como Nostradamus o Ramon Llull. Podéis imaginar lo emocionante que resulta visitarla. Y, como siempre, no podemos ignorar lo increíble de observar una ciudad desde sus alturas. En Montpellier, lo comprobamos una vez más desde lo alto de su particular Arco del Triunfo.

Montpellier, la capital de la región Languedoc-Roussillon, tiene todos los ingredientes para evitar que nos queramos marchar. Es combinación de lo antiguo y lo nuevo. Es universitaria y cosmopolita. Es la ciudad del sol. Entre los Aples y los Pirineos, a 7 kilómetros del mar. Llena de vida, diurna y nocturna. Y muy cerca. Lista para que la visitemos. ¡Pasajeros, al tren!

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Estación de tren de Montpellier

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Llegada del tren RENFE-SNCF y vistas del atardecer

Agradecimientos a:

Renfe SNCF

Tryptic comunicació