No hace falta arruinarse ni agotarse en un vuelo de 12 horas a Nueva York para vivir una Navidad de película. En Europa existen varios destinos no aptos para detractores de las fiestas navideñas y a la vez idóneos para aquellos que se dejan llevar por el espíritu navideño que traen las luces, el color, la nieve y el ambiente mágico que se vive a finales de diciembre en muchos lugares del planeta.
Texto: Judit Vela
Fotos: Página web oficial de turismo de Varsovia y Judit Vela
Polonia es uno de estos lugares. La Navidad se respira por todas partes en estas tierras del este europeo. Tanto Cracovia como Varsovia –la Barcelona y Madrid polacas, para entendernos– nos ofrecen una gran variedad de rincones y actividades tan especiales como para querer volver las navidades siguientes o en cualquier otra época del año. Cualquier época del año es apropida para viajar a Polonia.
En Varsovia, la capital del país, podemos descubrir un precioso casco antiguo que fue completamente destruido en la II Guerra Mundial y reconstruido de nuevo gracias al esfuerzo y a la ilusión de sus habitantes. Después de muchos intentos para montar un escritorio de Ikea, a una le cuesta imaginar cómo los polacos pudieron reproducir tan meticulosamente una parte de su ciudad desde prácticamente los cimientos. Fue un grandioso trabajo que tuvo como premio, años después, el merecido nombramiento de este centro histórico como Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO.
Ya en verano, otoño o primavera alargaríamos horas y horas un café, una cena o una cerveza (no muy fría, por cierto, y a veces servida con pajita aunque pueda resultar difícil de imaginar) en una de las terrazas de la plaza de la Ciudad Vieja, aprovechando unos precios maravillosamente bajos. Sin embargo, en fechas navideñas descubrimos la cara más elegante de esta parte de Varsovia. Un chocolate caliente mientras paseamos por sus calles y observamos -o probamos, quizás con alguna que otra caída- la bella pista de patinaje bajo un buen abrigo será uno de nuestros mejores recuerdos de la visita a la capital.
No podemos perdonar tampoco algunas otras visitas en Varsovia. El mayor gueto judío de Europa se encuentra en esta ciudad. Fue el escenario de la conocida película El Pianista, de Polanski, y en él murieron aproximadamente 400.000 personas. Quedan solo resquicios de lo que un día fue, pero no podemos evitar dejarnos impresionar por sus cementerios, su monumento a los Héroes del Gueto y el Museo Judío.
También es imprescindible una visita a la plaza del Castillo, con el río Vístula a un lado, probablemente semi-congelado en esta época del año. El primer sábado del mes de diciembre el alcalde de la ciudad inaugura las fiestas encendiendo las luces del gigantesco árbol de Navidad que preside esta plaza. Las familias con niños, las parejas y los grupos de amigos observan siempre atónitos el espectáculo.
Para despedirnos de Varsovia y viajar hasta Cracovia podemos coger el tren. Nos esperan unas 3 horas de camino y habremos aprovechado para visitar, antes de irnos, el Palacio de la Cultura y la Ciencia. Este polémico edificio (un regalo de Stalin al pueblo polaco), odiado por algunos y adorado por otros, se encuentra justo al lado de la estación de trenes y autobuses. Hoy día sirve como centro de exhibiciones, oficinas y observatorio panorámico.
Llegamos, por fin, a Cracovia. Su imponente plaza del Mercado es lo primero que visitamos. Se trata de la plaza medieval más grande de Europa. Los carruajes de caballos, los músicos y los adornos navideños nos transportan a otra época. Las ventanas de las casas burguesas que rodean la plaza reflejan los copos de nieve y nosotros nos sentimos en la película de la que hablábamos al principio. Vale la pena dejarse parte del aliento subiendo los estrechos escalones de la catedral para observar la ciudad desde las alturas. Además, en Cracovia existe la tradición de hacer belenes artesanales en madera, cartón y aluminio (szopki). Desde hace más de 70 años se llevan a cabo concursos de belenes que reúnen a gente de todas las edades. Cada año, el primer jueves de diciembre empieza la exposición de estos belenes en la plaza del Mercado.
Tanto en esta plaza como en las demás de la ciudad encontramos mercados y puestos navideños en los que comprar productos alimenticios como embutido, quesos, pierogi o miel; productos artesanales, ropa de abrigo y adornos. De estos últimos los más famosos son las bolas de cristal para adornar el árbol (exportadas a todo el mundo por los fabricantes polacos).
Conocida como la ciudad de las 200 iglesias, Cracovia es una ciudad por la que podríamos perdernos horas y horas, descansando de vez en cuando en alguno de sus cafés llenos de encanto. Muy cerca de la parte medieval de la ciudad se encuentra la Colina de Wawel, donde podemos visitar los principales monumentos de la ciudad: el Castillo Real y la Catedral de Wawel. Esta ciudad polaca también tiene su propio barrio judío, en el que encontramos varias sinagogas y el antiguo gueto (allí se rodó La Lista de Schindler, de Steven Spielberg).
La Wigilia es la noche del 24 de diciembre en Polonia. Una noche llena de simbolismo, tradición, misticismo y magia para los polacos. Estemos en Varsovia o en Cracovia, viviremos esa noche como nunca antes la habíamos vivido. Una escapada navideña puede hacerse a muchos países, pero sin duda Polonia nos sorprenderá y dejará con ganas de más. De mucho más.
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