Hay muchas ciudades en el Mundo que, en mayor o menor medida, han tenido propensión a ser mitológicas; pero muy pocas llegan al nivel de Tánger. Tingís al parecer fue la mítica hija del titán Atlas que da nombre a la cordillera que atraviesa el reino alauita. Durante algunas décadas, en la ciudad marroquí y esa parte del Atlas rifeño se desató una tormenta perfecta, fue un ideal caldo de cultivo. Es en Tánger y la vecina Tetuán donde María Dueñas se inspira para escribir “El tiempo entre costuras” con escenas rodadas en el maravillosamente decadente Hotel Continental con vistas al puerto.
Pese a que la etiqueta de Ciudad Internacional se ciñe al período entre 1923 y 1956, Tánger siempre se ha enorgullecido de cierto cosmopolitismo ya incluso desde la época fenicia. Más tarde no era extraño que en la ciudad se mezclaran los sonidos de las campanas llamando a misa con el canto del almuédano o muecín y la lectura de la Torá. Y tan grandes eran los días en que se celebraba Aid el Kebir, como el Purim o la Purísima.
Si a la permisividad de credo añadimos la libertad sexual y el consumo de cantidades ingentes de kif, tenemos el caldo de cultivo perfecto para llenar páginas y páginas de vivencias, intrigas, anécdotas y sueños.
Si llegamos desde Tarifa en barco entramos justamente por ese puerto tradicional a un lado del moderno Paseo Marítimo y la Avenida de España y bajo un extremo de la medina y casba. Aquí se asientan bulliciosos cafetines y, conforme nos adentramos en la ciudad moderna, buenos restaurantes de pescado y marisco cocinados al estilo andalusí con harina de trigo y aceite.
Un paseo por esta avenida nos dará a elegir un buen lugar para hacer el desayuno, tomar fuerzas y entrar a la medina trepando por sus empinadas calles desde la plaza de la Tenería o Tannerie desde dónde se observa ya el minarete de la Gran Mezquita y su cercana madraza o universidad coránica.
Lo primero también puede ser, un té de menta con panecillos en el Café Central en el Petit Socco o Pequeño Zoco (junto al Hotel Palais Zahia, un buen lugar para alojarse). Estamos aunque no lo parezca en el centro de la ciudad, lugar legendario en donde escritores como William Burroughs, Jack Keruac, Allen Ginsberg, Paul Bowles -por supuesto- se sentaron a imaginar las historias que se trenzan entre la gente que por allá pasaba. Siniestros rostros, a veces cubiertos por chilaba.
Muy cerca se halla el Museo de la Legación Americana de Tánger. Merece la pena pagar la entrada y perderse por sus patios, salones y azoteas. Y es que se trata de la primera propiedad pública estadounidense fuera de los Estados Unidos y el Reino de Marruecos que se remontan a la Guerra de Independencia de los Estados Unidos (1775-1783) y concretamente al año 1777 cuando el sultán Mohamed III se convirtió en el primer monarca no europeo (Marruecos reconoció la independencia de Estados Unidos en febrero de 1783) en ayudar a los EE. UU. a través del servicio de inteligencia secreto. Hoy, a cambio, EEUU regala a Marruecos el reconocimiento de la soberanía sobre el Sahara.
Muy cercano y fuera de las murallas se halla el importante cementerio judío. Y es que la Legación Americana, cómo no se hallaba, en el barrio de la Mellah, tradicionalmente hebreo. Más al sur ya en la Ville Nouvelle se halla la Gran Sinagoga, el Teatro Cervantes, la famosa Librería des Colonnes, el mítico café París preferido de Tennesse Willians o el elegante hotel el Minzat que alojó a personalidades como Churchill, Paul Bowles, Rita Hawort o el controvertido Jean Genet.
Desde allá bien por la medina, bien rodeando sus murallas nos hemos de dirigir hacia el frente marino custodiado por la necrópolis púnica, uno de los sitios más bonitos y quizá desconocidos de Tánger. Ahí la gente se sienta a contemplar el mar. A lo lejos, una franja gris acerado entre la neblina: España. Aquí todos observan el horizonte, todos se quedan absortos en la belleza de este paisaje.
De ahí, ve al mítico Café Hafa. Durante décadas ha sido el punto de reunión de personajes famosos de todo el mundo. El lugar tiene una serie de terrazas hacia el estrecho (uno no se cansa jamás de ver el Mediterráneo) que están en desnivel. Aquí también se reúnen los jóvenes de Tánger a tomar té y a cantar.
Tánger es inclasificable, no es África, no es Europa, es Tánger: una de las ciudades más cosmopolita, en donde se hablan de manera indistinta español, francés e inglés.
Es un lugar de paso, de constante movimiento, y al mismo tiempo, las cerca de 700 mil personas que viven ahí tienen su arraigo e historia. Tánger: movimiento y quietud.
La casba es la parte más alta de la urbe. Nos encontramos ya en la casba es un lugar estratégico desde el punto de vista militar pues tiene visibilidad total del frente marino y tierra adentro. Es también un barrio habitado por mucha gente en edificaciones de particular arquitectura cuyo espacio es aprovechado de la manera más eficaz: riads que crecen hacia arriba sobre superficies a veces de una sola habitación. Recomendado es el riad de la Tangerina con indudable sabor colonial.
La casba es un deleite laberíntico en el que uno quiere perderse. Cada uno de los vericuetos es una vista nueva, un personaje, una textura nueva, un color inesperado.
Por la casba descendemos al Grand Socco o Gran Zoco, la plaza más transitada de Tánger donde se encuentra la Cinematèque, punto de reunión de estudiantes e intelectuales. En el área de café sirven comidas ligeras y refrescos, sin faltar, por supuesto, el jugo de naranja, bebida refrescante muy apreciada en este país.
No te quedes sin probarlo porque de veras esas frutas tienen un gusto especial aquí cómo ocurre con el delicioso y nutritivo panaché de plátano y almendras.
Al fondo del lugar hay una biblioteca y videoteca especializada en cine marroquí. Lo más atractivo es que entres a la gran sala -antes el famoso cine Rif- y poder ver lo que están proyectando en cartelera. La selección es muy buena.
Saliendo del cine, uno no se puede perder quizá uno de los restaurantes caseros mejores del mundo: Restaurant Populaire Saveur , al lado de la cinemateca, a unos metros subiendo del lado opuesto de la medina del Gran Socco. En este lugar el menú es fijo, por lo que tú nada más tienes que sentarte y esperar a que sucesivamente te traigan toda suerte de viandas y elíxires exquisitos. Pescado frito o guisado, verduras hechas de maneras que seguro no conoces, un enigmático jugo de frutas -sobresale el sabor de la ciruela- son algunas de las delicias que se pueden probar. Muy cerca de la esbelta mezquita Sidi Boud Abid junto y el Tribunal se halla también un discreto cafetín de ambiente netamente local donde sirven la reconstituyente besara, una deliciosa sopa de habas. Más allá el parque de la Mendubia con vistas a la Medina, la discreta y curiosa iglesia anglicana, el Museo de Arte Contemporáneo y la Catedral Católica y más allá Tánger crece y crece al parecer gracias a la inversión y que el norte ahora es el preferido del monarca alauita que aquí, cómo no tiene su palacio real. El itinerario también se puede realizar en sentido contrario acabando en su tradicional puerto ya que Tanger Med fuera de la ciudad y más allá de la estación de trenes (conecta con el tren de alta velocidad Alborak, en unas dos horas con Rabat y Casablanca) . Tánger Med es el gran competidor de Algeciras y por supuesto Ceuta constituyendo el principal puerto de mercancías y pasajeros del estrecho.
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