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Senegal con Paso del Noroeste

logo paso del noroestePaso Noroeste Ésta es una agencia de viajes de aventura radicada en Madrid. Se trata de una agencia pionera en una forma diferente de viajar, más cercana al viajero que al turista, ya que los desplazamientos los realizan en transporte público local siguiendo una ruta predefinida sin tener todo el programa cerrado de antemano, alojándose en hoteles de propiedad familiar tratando de este modo de integrarse en el país de destino.

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Comentario realizado el 15 de mayo del 2019

Sanga Sanga Esta agencia ofrece trekkings, ascensiones, expediciones y viajes culturales por todo el mundo. Con sede en Madrid, desde hace más de 20 años organiza viajes a medida y salidas en grupo con guías expertos. Su especialidad es el diseño de nuevas rutas exclusivas, especialmente en Himalaya: Nepal, Tíbet o India. En su web se encuentra una información completa de todos los destinos, así como el catálogo en línea.

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Comentario realizado el 20 de mayo del 2019

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Top, treks & tours Agencia creada en 1984. Está especializada en diseñar viajes a medida, para lo que cuenta con corresponsales en la mayor parte de países del mundo. Uno de sus destinos estrella es Nepal, no en vano en su sede se encuentra el consulado nepalí en Barcelona y la compañía aérea Nepal Airlines. La página web es estática, aunque permite conocer las ofertas y los programas de la agencia mediante PDFs.

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Comentario realizado el 20 de mayo del 2019

Hace años que los viajes de aventura en España ganan cada vez más peso a la hora de programar las vacaciones. La bonanza del clima así como la diversidad de paisajes permiten la práctica de un gran número de actividades deportivas al aire libre.

En España hay innumerables y magníficas zonas en las que practicar el senderismo
En España hay innumerables y magníficas zonas en las que practicar el senderismo

A estas facilidades hay que sumarle el creciente interés por este tipo de actividades en un número cada vez mayor de personas. En una sociedad en la que cada vez estamos más pendientes de dispositivos digitales, más encerrados en oficinas, aviones o coches, estas vías de escape han encontrado un nicho de mercado enorme. Las actividades de aventura ofrecen relajación, diversión y conexión con entornos naturales, que son muchos de los ingredientes que la gente echa de menos en su día a día.

En la variedad está el gusto

Una de las grandes cualidades que tiene España para el turismo de aventura es su enorme variedad. Las condiciones climatológicas favorables, unidas a los diferentes escenarios geográficos que ofrece este país, hacen de la península ibérica un lugar ideal para el éxito de actividades deportivas de aventura. Muchos negocios turísticos como hoteles, bares, restaurantes... aprovechan esta circunstancia para distribuir información y promocionar este tipo de ofertas en su zona y así fomentar la economía local. Fruto de esta circunstancia han aparecido páginas web en las que puedes encargar gran cantidad de posibilidades para elaborar material de promoción. A continuación, te enumeramos algunas de las zonas más visitadas de nuestro país en lo que a este tipo de turismo se refiere:

La costa cantábrica

Sin duda la costa cantábrica es una de las joyas de la corona de este tipo de turismo. Galicia, Asturias, Cantabria y el País Vasco presentan unas credenciales de primer orden. Las playas son ideales para realizar actividades como el surf en sus múltiples modalidades. En este aspecto, San Sebastián se ha consolidado como uno de los puntos de referencia en los circuitos de los campeonatos del mundo. En el caso de Asturias concretamente, si hablamos de deportes acuáticos y de aventura, sin duda, hay que mencionar el descenso del Sella como uno de los eventos más emblemáticos de la comunidad.

El rafting es otra práctica que gana adeptos. Galicia parece haber tomado la delantera y ya son varias las empresas que ofrecen sus servicios en ríos como el Ulla, el Tambre o el Miño.

El senderismo y la bicicleta de montaña, son otras de las actividades estrella del sector norte del país. Con multitud de rutas de diversa dificultad, y con parajes naturales absolutamente espectaculares, tan característicos del norte del país.

El impresionante Congost de Mont-Rebei, es la frontera entre Aragón y Catalunya. Además de senderismo se practica el piragüismo
El impresionante Congost de Mont-Rebei, es la frontera entre Aragón y Catalunya. Además de senderismo se practica el piragüismo por el río Noguera Ribagorzana que lo atraviesa

Aragón y Cataluña

El pirineo aragonés es un destino idóneo para practicar deportes de invierno. Actividades como el barranquismo y la escalada son el plato estrella de regiones como Huesca por su relieve, aunque no el único. El senderismo también está muy solicitado, siendo Cataluña es uno de los buques insignia en lo que a oferta se refiere para los amantes de este deporte. En la provincia de Lleida en concreto hay multitud de rutas que se pueden completar incluso a caballo por unos entornos de belleza incomparable en los Pirineos. No debemos olvidar tampoco la posibilidad de hacer rafting de diversa dificultad en el río Noguera Pallaresa, una práctica que goza de gran popularidad en la región.

Islas Baleares y Canarias

Las islas son otros de los destinos más demandados para disfrutar del turismo de aventura. Lanzarote ofrece unas condiciones extraordinarias para hacer surf, y para los amantes del buceo, pero sin duda el senderismo es lo más demandado. Su conocido y particular paisaje volcánico, que por cierto ha servido para el rodaje de gran cantidad de películas, hacen de esta isla un entorno excepcional para disfrutar de unas buenas caminatas.

Hablando de senderismo o de buceo, tampoco podemos olvidar Mallorca. Aguas cristalinas y cálidas e innumerables rutas por pueblos encantadores para descubrir, también en bicicleta, componen la principal oferta de la isla.

Por supuesto, se quedan muchísimas alternativas y destinos fuera de esta lista. Sería imposible citarlas a todas en solo artículo.

 

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Niño de la tribu Mursi, en Etiopía (foto: Ignasi Rovira)

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Más información sobre este viaje a Etiopía organizado por Tuareg Viatges

El aire azota suavemente mi cara a medida que avanza el 4x4. Estoy en Etiopía, en medio de la sabana africana, rodeada de especies que jamás pensé que vería frente a frente, esto es un regalo. El camino, a menudo solitario, me brinda paisajes fascinantes pero este momento es el más especial. El todoterreno, que avanza impasible, levanta un polvo tostado, casi rojizo, que se suspende lentamente mientras los últimos rayos de sol del atardecer se cuelan entre los diminutos granos. Es cierto que los atardeceres de África son de los más bellos del mundo, el sol, en su último suspiro, colorea la inmensidad de la sabana y la dota de una nueva identidad. Todo se vuelve naranja y solo se distinguen a lo lejos las siluetas de las enormes acacias y de algún ave que sobrevuela el paisaje que se nos abre en nuestro viaje a Etiopía.

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Texto: Irene Garcia
(Una vida de aventuras)

El mismo ambiente polvoriento emborrona las zonas semidesérticas donde se hallan los poblados de las diferentes etnias etíopes. Hamer, Mursi o Benna son algunas de ellas, y aunque comparten muchas tradiciones son completamente diferentes, e incluso rivales.

En la lejanía se distinguen unas siluetas altas y delgadas, pero a medida que me adentro en la inmensidad más profunda de la sabana, vislumbro un poblado vallado con ramas y troncos y unas humildes chozas de paja con un corral al costado. En aquella parcela en medio de la nada todo permanece puro e incólume. De pronto, las alargadas siluetas se acercan curiosas con una sonrisa de oreja a oreja y comienzan los primeros intercambios de palabras. Al mismo tiempo varias aves multicolores sobrevuelan la aldea mientras cantan una repetitiva melodía. Una algarabía de silbidos que resuenan hasta en el lugar más recóndito del poblado.

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Mujer mursi (foto: Ignasi Rovira)

Mis ojos, asombrados, van de un lado para otro buscando elementos distintivos de aquellos grupos étnicos. Las mujeres hamer adornan su pelo con barro y grasa animal, lo cual les proporciona un color ocre característico, mientras que los hombres marcan sus cuerpos con escarificaciones. Las mujeres mursi alargan su labio inferior de una forma sobrehumana y colocan en el espacio que queda, un platillo de barro para identificar su posición social, cuanto más grande es el plato, más influyente es la mujer. Los benna cuidan con mucha dedicación su peinado y recubren su cabeza con una especie de gorro de barro, llama mucho la atención verlos siempre con un taburete cerca, y es que lo llevan por si tienen que echar la siesta para no destrozar su look; aunque una de las características más impactantes de esta etnia, que comparte con la Hamer, es su tradicional “Salto del Toro”.

Todos los miembros de la tribu saltan de alegría y hacen sonar unos enormes cascabeles que cuelgan de sus ropajes. Las faldas de las mujeres, de piel de vaca, lucen colores vivos que muestran orgullosas mientras adornan sus cuerpos con pulseras, collares y pintura corporal. El ruido de los cascabeles y trompetillas no cesa ni un segundo, es un día de celebración y alegría. Los hombres agarran a los toros por los cuernos y rabos, no sin esfuerzo, para hacer una hilera que pocos segundos después saltan los jóvenes de la tribu. ¡Vaya! Aquello es como una olimpiada africana, de un solo salto y sin apenas utilizar las manos atraviesan la fila de ganado y con ello entran en la edad adulta, un salto social que les permite contraer matrimonio y formar una familia.

Entre tanto revuelo, los más pequeños del poblado se desternillan de risa al verse reflejados en el visor de la cámara; sus caras son una mezcla de alegría y desconcierto. Al cabo de un rato se marchan y vuelven con más amigos para seguir con las risas.

Carnaval de sabores

Si por algo se conoce un país es por sus mercados, y en Etiopía hay cientos de ellos. El bullicio y el colorido son el factor común, mientras que sus visitantes y productos son tan variopintos como etnias se juntan alrededor de esos focos económicos y culturales. Nada más poner un pie en el mercado, un intenso aroma a especias y a ganado llama mi atención. A pesar del calor, avanzo sin rumbo fijo de puesto en puesto y me cruzo con mujeres que cargan sacos de cereales en la cabeza con cuidado de no pisar las verduras expuestas en el suelo. Los colores envuelven el lugar dotándolo de un aspecto mágico y brillante y los olores cada vez son más intensos. El olor a jengibre, cilantro y chili impregna el ambiente, ¿de dónde proviene ese aroma?, olfateo el apetecible rastro hasta dar con un pequeño puesto de comida. Un hombre alto y vestido con vaqueros pide al chico del otro lado del mostrador algún plato etíope que soy incapaz de descifrar; entonces el hombre del mostrador me mira esperando una comanda, así que utilizo el idioma internacional y señalo al chico de los vaqueros: “quiero lo mismo que él”. Al cabo de un par de minutos estoy degustando injera, un pan muy fino, de sabor agrio pero especiado y realizado con harina de teff. Este pan se utiliza como plato donde se ponen los alimentos y se come pellizcando trozos, a modo de cuchara. Encima se acompaña con doro wat (pollo en salsa), messer wat (lentejas), sega wat (cordero), shiro wat (puré de garbanzos), verduras, ensaladas, queso, etc.

Los sabores de la comida etíope son como una explosión en la boca, las salsas y aromas te trasportan hasta el mismo corazón de África, y si cierras los ojos te puedes imaginar rodeado de cascadas color chocolate y el sonido envolvente de los macacos y aves de la selva.

Pero Etiopía no solo son sus gentes y gastronomía, también forman parte de ella un conjunto de rutas históricas donde resuenan los ecos de grandes imperios y reyes, que fascinaron en su visita a autores como Kapuscinsky o Javier Reverte.

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Uno de los espectaculares templos excavados que hallaremos en Etiopía (foto Ignasi Rovira)

Desde la magia medieval de Gondar, donde las almenas, arcos y torres se erigen majestuosamente entre el verdor que consume el lugar, hasta Lalibela, el mítico pueblo perdido en las montañas que permaneció en secreto durante décadas y que posee unos monolíticos templos cincelados en la piedra por debajo del nivel del terreno.

Jugando al escondite con las montañas

La angosta grieta rocosa zigzaguea entre una docena de iglesias en el subsuelo. El color rojizo se apodera de aquella imagen y al alzar la vista, una enorme construcción se levanta ante mis ojos, “esto es Lalibela”- dice Ignasi, el guía. Él lleva 15 años recorriendo Etiopía con grupos de turistas y jamás se ha cansado de visitar aquellas iglesias trogloditas que aparecen como surgidas de las entrañas de la tierra.

Entre estrechos barrancos y escarpadas y frondosas colinas, asomándose a escondidas para bañarse con la luz del día, la intrincada red de túneles subterráneos, que conectan una docena de iglesias, se abre paso hasta las enormes piezas talladas a mano con herramientas rudimentarias y de un solo bloque.

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Sacerdote en Lalibela (foto: Ignasi Rovira)

Al fin contemplo las iglesias de las que tanto había leído. Un halo de misterio me acompaña en todo momento, y de vez en cuando me cruzo con algunos sacerdotes vestidos de un blanco impoluto con turbante y bastón. La escena es insuperable cuando se asoman a los ventanucos, a bastantes metros del suelo, meditabundos y mirando al horizonte. Sin duda alguna, Lalibela es un lugar fotogénico, encantador y sobre todo mágico. Aquello que se suele decir de “la fe mueve montañas” en este caso, no solo es la pura verdad, sino que es una experiencia que se debe vivir al menos una vez en la vida.

Los reyes de Etiopía

Normalmente, cuando viajas a África tienes la idea de que no verás ningún animal de cerca aunque hagas un safari, ya que nadie puede garantizar que el león o el rinoceronte de turno estén allí esperando tu llegada. La fauna en Etiopía es extremadamente diversa. Mi sorpresa es bárbara cuando los animales, que en un principio me había hecho a la idea de ver en postales, se pasean tranquilamente delante del objetivo de la cámara.

Los lagos del país aúnan un sinfín de especies, desde hipopótamos descomunales, que asoman la cabeza tímidamente y mueven las orejas de atrás hacia delante, hasta cocodrilos que se pasean frente a las barcas de los pescadores, agazapados y siempre alerta. En tierra llaman la atención las hermosas cebras, con unas rayas que brillan a la luz del sol como si estuvieran recién pintadas, los antílopes y gacelas, de prominentes cuernos y asilvestrados saltos, los flamencos, que como una nube rosa se posan junto al lago y permanecen largas horas en perfecto equilibrio, y la infinidad de aves, que lucen plumajes espectaculares.

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Gacela salvaje (foto: Ignasi Rovira)

La verdadera belleza de la fauna etíope reside en el entorno que la rodea y el ambiente que se crea cuando todos los sonidos de alrededor susurran su animada, pero relajante melodía. Las cascadas chocan contra las rocas del precipicio con fuerza, y baten sin miedo; los pájaros pían sin cesar, igual que los monos aúllan, colgados de los árboles más cercanos.

A veces solemos quedarnos con los clichés. Tenía la imagen de una Etiopía seca y árida pero nada de lo que estaba viendo se parecía a aquello: praderas verdes, montañas pobladas de árboles y agua por todas partes. Sin duda alguna, mi estancia en Etiopía, desde el Valle del Omo, hasta la antigua Abisinia, fue una montaña rusa de emociones y sensaciones que traté de vivir al límite desde que puse el primer pie, hasta el día que dejé atrás aquella maravillosa aventura. Había recorrido, durante 17 días, un país de contrastes que rompió mis esquemas, de viajes por carretera, paisajes cambiantes y gente cuya hospitalidad no tenía parangón.

Si echo la mirada atrás recuerdo aún la visita a la tribu karo, una anécdota digna para contar a mis nietos, de esas que difícilmente alguien creería. La tribu vecina, los bumi, les habían robado algunas vacas y mujeres. Cuando el grupo de turistas llegó al poblado, los karo estaban en éxtasis, embadurnados con polvos blancos y saltando frenéticamente. Se preparaban para la guerra. Ignorantes de todo aquello, nos imaginábamos un teatrillo donde la tribu representaba su escena principal: “qué turístico”-comentábamos al guía-. Ignasi, que sabía perfectamente que aquello no iba a terminar bien, dijo: “subid al coche que nos vamos pitando”.

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Integrantes de la tribu Karo en el Valle del Omo, Etiopía (foto: Ignasi Rovira)

Las tribus, a pesar de que son muy abiertas, también tienen una vida, enemigos y viven una realidad completamente diferente a la nuestra. No se trata de un decorado de quita y pon que se monta cuando se acercan los turistas. En aquel caso, ¡estaban en medio de una guerra! En Etiopía nunca sabes lo que puede ocurrir.

Sentado en la terraza de algún lugar de Etiopía se oyen, a lo lejos, las carcajadas de unos niños. El sol ya se está poniendo y termina el día. La noche entra en escena sin prisa, oscureciendo aquella maravilla lentamente. Han pasado unas horas y sigo inmóvil, mientras la luna brilla plateada y el añil tiñe todo, incluso a las personas. Me quedo en silencio.

Reportaje realizado a partir de conversaciones con el guía de Tuareg Viatges,  Ignasi Rovira

Canción: "Shashemene Ethiopia", de Aster Aweke

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