Grecia es otra historia

Recorrer las islas griegas y penetrar en los secretos de la milenaria cultura helena está siempre en la agenda de cualquier viajero. En Grecia, un país mediterráneo, se juntan sus maravillosas playas de aguas cristalinas y su milenaria cultura para ofrecer al visitante un destino que no deja indiferente a nadie.

En cada rincón de Grecia podemos hallar rastros de su milenaria e importante historia: resultado de los períodos prehistóricos y arcaicos, obras únicas clásica i helenas, monumentos medievales y bizantinos, rastros del paso de otras civilizaciones y religiones, que conviven con las creaciones actuales, construcciones y obras de arte moderno. Grecia es un verdadero paraíso para el turismo cultural, un gran viaje por la historia y el arte.

Sin lugar a dudas uno de los principales atractivos de Grecia son sus numerosas y bellas islas. Islas como Santorini forjadas por un desastre natural como fue la erupción de su volcán. El resultado es una isla cuya forma recuerda vagamente una tajada de melón cuya corteza son enormes paredes rojizas que se alzan sobre el mar hasta 90 metros. En medio una impresionante bahía que nos da puestas de sol inolvidables. O Mykonos, uno de los más famosos destinos de todo el mundo y lugar de vacaciones favorito de buena parte de la jet set. Mykonos es una isla hermosa y conocida, además de por su ambiente, por sus colinas desnudas, las increíbles playas de arena, las capillas de techos blancos y la arquitectura propia de las Cícladas. En otro extremo tenemos Serifos, una isla de las Cícladas, ideal para unas vacaciones relajadas, con pueblos blancos, puertos tranquilos, playas doradas, colinas desnudas y hermosos paisajes. El crecimiento del turismo en esta isla ha sido moderado y prácticamente no ha afectado a la naturaleza de la isla y a sus características tradicionales. Y aunque no sean islas, un destino de primer orden es la península del Peloponoeso, una parte de Grecia que, en gran medida, sobrevive al turismo masificado.

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Reservar hotel en Grecia

Y cuando hablamos de Grecia no podemos olvidar su capital, Atenas, una ciudad ruidosa y llena de vida presidida por la impresionante Acrópolis, ubicada sobre la roca sagrada que acoge el templo del Partenón y una magnífica vista de la ciudad. A su alrededor el pintoresco barrio de Plaka con sus bares y restaurantes. Y al pie de la colina el Museo de la Acrópolis, una de las obras contemporáneas más importantes de la arquitectura en Atenas. Está hecho de acero, vidrio y hormigón y alberga 4.000 hallazgos de incalculable valor de los monumentos de la Acrópolis que representan su historia y la función como el centro religioso más importante de la antigua Atenas.

logo oficialEn la página web oficial del turismo de Grecia encontraremos abundante información turística, cultural y de servicios.

ArmeniaRepública de Armenia. La página oficial de turismo de este país asiático está muy bien realizada y es muy completa. contiene abundante información sobre los atractivos del país, desde los sitios religiosos, Armenia antigua, aventuras, el invierno en Armenia, naturaleza y vida silvestre, comida y vino o festivales y eventos.

En la página se pueden encontrar consejos para viajar al país y opciones de actividades de todo tipo. Una página muy interesante para empezar a conocer un país muy desconocido.

Comentario realizado el 15 de febrero del 2018.

La tierra, de un ligero tono rojizo, estaba mojada y en algunos tramos nuestros pies chapoteaban sobre el barro. El camino serpenteaba entre infinidad de arrozales de un intenso color verde y pequeños pueblos rurales se asomaban tímidamente. Los niños, con la cara untada de thanaka para protegerse del sol, sonreían divertidos y saludaban agitando la mano enérgicamente mientras gritaban mingguhlaba, que significa hola en birmano. Nuestro viaje a Myanmar se presentaba lleno de sorpresas y maravillosa aventuras.

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Texto: Irene García (Una vida de aventuras)
Imágenes: Natalia Díaz y Paso Noroeste

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Una mujer birmana nos sonríe durante el trekking de kalaw a Inle

La gente se asomaba a las ventanas y se acodaba tras las vallas para observar con curiosidad nuestra llegada. Myanmar, también conocido como la antigua Birmania, nos acogía calurosamente y nos brindaba desinteresadamente todo lo que tenía. Aquella noche dormimos en las casas de la tribu Danu, no tenían electricidad ni agua corriente y la ducha consistía en un barreño de agua de lluvia con cubos al aire libre.

No lo dudamos y empezamos a "despelotarnos" para disfrutar de una ducha, tras una larga jornada de trekking, bajo la preocupada mirada de nuestra coordinadora, que sabía lo recatados que eran los lugareños y temía un conflicto político, aunque terminamos aficionándonos a estos baños comunitarios en pleno contacto con la naturaleza.

La familia que nos acogía nos preparó, bajo la luz de las velas, una cena buenísima con los productos que ellos mismos cultivaban. Los platos danzaron de un lado al otro de la mesa baja, casi a ras del suelo, mientras desprendían unos aromas a especias deliciosos. Los vapores inundaban la habitación y los anfitriones sonreían al vernos comer. Probamos el laphet thoke o ensalada de hojas de té, el arroz y fideos estilo Shan y el buthi kyawhtamin, calabaza rebosada y frita. Pasamos largas horas charlando con los locales que se amontonaban en la puerta, algunos en inglés y otros por gestos, incluso nos leyeron la mano con unas cartas de tarot. El señor San, un simpático guía local que habíamos contratado, nos contó divertido las batallitas de cuando estudiaba en la universidad de Mandalay y escondía chuletas en los bolígrafos. Esa noche dormimos todos juntos en el suelo de la única habitación de la casa, que estaba complemente cubierto por alfombras tejidas a mano. La casa, suspendida en el aire por cuatro pilares de madera, contaba con techo de zinc y paredes trenzadas con bambú, como la mayoría de las casas del país.

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Mercado de Kalaw, Myanmar

El país de las sonrisas
Cuando los primeros rayos dorados del sol se cuelan entre las callejuelas de la ciudad y los puestos de los mercados locales se encuentran abarrotados de frutas y verduras, Myanmar despierta. Algunos mercados, como el de Hmaw Be, abren a las 4 de la mañana y empiezan a recoger a las 8, sin embargo, un simple paseo a través de estos hervideros sociales te transporta directamente al corazón de la ciudad y te acerca a la vida cotidiana de sus gentes. Un baile de color, sabor y aromas inunda el ambiente. Los colores son más intensos y brillantes que de costumbre y las frutas parecen más apetitosas. Las mujeres, sonrientes como siempre, visten telas rojas, verdes, violetas y naranjas y cubren su cabeza con turbantes de igual colorido. Se sientan en el suelo, casi en cuclillas, y orgullosas te ofrecen todo tipo de alimentos.

A esa misma hora, los pescadores de la etnia Intha salen con sus barcas en busca de alguna presa en el lago Inle. Esta etnia tiene una forma muy peculiar de remar. Enroscan una pierna al remo y mantienen el equilibrio con el otro pie situado en el extremo de la barca mientras lanzan y recogen las redes. Unas 200 aldeas rodean el lago y trabajan con la seda, el lino y la flor de loto para confeccionar hermosas prendas, muchas de ellas destinadas a cubrir las numerosas imágenes de buda. La artesanía es fundamental en Myanmar, la gran calidad de sus materias primas y el minucioso trabajo de los artesanos convierten al país en un paraíso para los amantes de la artesanía, muy variada y barata hasta límites insospechados. Creo que nos llevamos de todo: tazas lacadas, telas, joyas, metales labrados...

Pescador de la etnia Intha rema con un pie en el lago Inle

Aunque curioso sí que es el modo en que llaman la atención de los camareros. En un bar o restaurante, dos besos al aire sirven para, por ejemplo, pedir la cuenta. Estábamos sentados en un pequeño local, hacía un día caluroso y la humedad nos pegaba la ropa al cuerpo. De pronto, oímos como los chicos de la mesa de al lado lanzaban besos volados al camarero. Pensamos que eran amigos y se mostraban así su afecto, pero al comprobar que el resto de personas hacía lo mismo decidimos probar. Lanzamos dos besos al camarero más cercano y enseguida se acercó sonriente. Cuando trajo la cuenta me agarró el codo derecho con su mano izquierda. Resulta que siempre que entregan algo lo hacen de esta forma en señal de respeto.

La mayoría de hombres y mujeres de Myanmar trabajan de sol a sol, aunque, tras las largas jornadas de trabajo, los hombres se reúnen en las tea houses y juegan, sentados en su perpetua posición en cuclillas, a los dados -que en ocasiones cambian por caracoles-, a las damas, a las cartas o al jilown, más tradicional entre los jóvenes. Este juego consiste en pasarse, utilizando las piernas y con un solo toque, una pelota hueca de caña o goma. Forman un círculo de varios hombres descalzos y con el longy de cuadros remangado entre las piernas, improvisan un juego que se alarga durante horas.

Tras jugar unas partidas de jilown con los locales, que lloraban de la risa al ver nuestros esfuerzos, el sol empezó a descender lento y confiado. Aquel día brillante y ligeramente anaranjado comenzaba a apagarse y bañaba de sombras una ciudad que no renunciaba a la vida nocturna. Empezaron a surgir puestos callejeros, la gente se refrescaba en la puerta de sus casas y los niños correteaban descalzos sintiendo la tierra seca y polvorienta bajo sus pies. Los jugadores de jilown regresaban a sus casas y de las improvisadas cocinas, pues no eran más que calderos sobre maderos ardiendo, emanaba un olor intenso y reconfortante, como un guiso de la abuela pero con curry, arroz, verduras y pescado. Aún huelo esos aromas en sueños.

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Atardecer en los más de 2000 templos de Bagan

Viajar atrás en el tiempo
La bici serpenteaba entre los más de dos mil templos que se conservan del primer imperio birmano. Ya estaba amaneciendo y la niebla se disipaba en aquel paisaje infinito. Mil y una historias de reyes, batallas, emboscadas y leyendas milenarias poblaban los interminables caminos de Bagan. Las enormes siluetas de los templos, muchos en ruinas, se sucedían sin ninguna vergüenza y se alzaban majestuosos hacia el cielo. Cuatro accesos en cada lateral, comunes en todos los templos, conducían al interior donde descansaba una figura de buda. En algunos casos inmensa, dorada e intimidante y en otros, de piedra pintada a mano, sencilla y meditabunda.

Parecía un lugar detenido en el tiempo. Apenas nos cruzamos con gente y solo se oía el chirrido de la bici oxidada avanzando impasible entre los polvorientos caminos de la historia de la antigua Birmania. La calma lo inundaba todo, los pájaros piaban a los lejos y la serenidad se apoderó de nosotros. Quedamos como adormilados por la paz de Bagan, que también nos acompañó en los templos budistas de Yangon y Mandalay.

Viajamos en tren -arriesgándonos a cruzar el viaducto de Gokteik-, en autobús, en taxi compartido, en tuk tuk, en barco, también en bici e incluso hicimos autoestop. Nos mezclamos con la gente y nos fundimos con la naturaleza, respiramos la paz de los templos de Bagan y surcamos las aguas del lago Inle. Al final nos sentimos como verdaderos viajeros, no como turistas. La incertidumbre y la aventura nos acompañó en todo momento y las fuerzas y las ganas de conocer el país no nos abandonaron nunca. Empezamos como unos completos desconocidos y terminamos siendo grandes amigos que hoy comparten experiencias únicas, incluso surgió el amor. La flexibilidad del viaje nos permitió disfrutar con mayor intensidad de un itinerario planificado sobre la marcha donde todos colaboramos, porque, al fin y al cabo, no fue un viaje, fue una aventura inolvidable.

Contactar con Paso Noroeste

Reportaje realizado a través de conversaciones con Natalia Díaz, coordinadora de la agencia Paso Noroeste y la viajera Zuriñe Bilbao.

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Descubrir Argentina al mejor precio

 

El primer paso siempre es el más difícil de dar, sobre todo cuando se trata de un viaje de miles de kilómetros. Sin embargo, todo comienza en ese momento. El momento en el que te ronda la cabeza esa loca idea de poner rumbo a la otra punta del mundo. El momento en el que, entre cervezas, le comentas a algún amigo tu deseo de viajar a Argentina, a pesar de saber que va a mirarte con cierta incredulidad y va a querer ponerte los pies en la tierra. El momento en el que, sin saber bien por qué, empiezas a buscar en internet. El momento en el que decides que empiezas a ahorrar, porque no puedes quitarte esa idea de la cabeza. El momento en el que, por fin, decides dejar volar tu imaginación. Argentina quiere conquistarme. 

Los Andes
Vistas de los Andes desde la Puna

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Texto: Judit Vela
Imágenes: Aucan Traveling Experiences y Pixabay

De repente te encuentras en un aeropuerto rodeado de extraños que vuelan a sitios seguramente más baratos, menos peligrosos y más cercanos que el tuyo. Despidiéndote de la familia. Sorprendiéndote a ti mismo por tus ganas incontrolables de abrazar y besuquear a los tuyos. Tú, tan frío y distante durante los 300 y muchos días del año restantes. ¿Miedo? No, no es lo tuyo. Bueno, quizás un poco. Miedo y esa maldita pregunta que emerge de tu subconsciente: ¿Qué puede aportarte este viaje? ¿por qué no te has quedado en casa? Con lo a gusto que se está. Y es precisamente ahí cuando te das cuenta de que tu zona de confort ha quedado atrás para dar paso a ese gran viaje hacia tí mismo. Y hacia Argentina, la tierra del fuego y el hielo. De los seis continentes. El centro de la tierra, para tí, durante estos días.

La niña bonita de Sudamérica

Buenos Aires
Casas coloridas en el barrio de la Boca, Buenos Aires

Lo de menos, el jet lag. Lo de más, esa ilusión inminente al aterrizar. Datos que con el paso del tiempo se borrarán de mi recuerdo bailan en mi mente al mismo son que el leve mareo que siento al bajar del avión. Acabo de pisar el octavo país en el mundo y segundo de Sudamérica por extensión. Más de 41 millones de personas. 23 provincias y… Buenos Aires, ciudad autónoma y capital. La preferida, la niña bonita de esta parte del mundo, la reina del Río de la Plata. Al salir del aeropuerto no sé si estoy en Buenos Aires, en Madrid o en París. Me rodean edificios, avenidas, plazas y monumentos que me resultan familiares. Europeos. Con esa mezcla entre lo clásico y lo moderno que caracteriza a las grandes metrópolis. Sin embargo, no hace falta andar ni buscar mucho para comprender por qué esta ciudad tiene esa fama de carismática: es su atmósfera, nostálgica y bohemia, vivaz y frenética.

El aroma a brasas y las chimeneas humeantes saliendo de las parrillas me abren el apetito mientras observo, boquiabierta y con la piel de gallina, a una pareja bailando tango estratégicamente colocada en una esquina de la calle para atraer a turistas. Sin saberlo, ellos también alimentan mis ganas de aprender a moverme así, con tal desgarro, pasión y elegancia. Como el tango, Buenos Aires me hipnotiza a cada paso que doy. Buenos Aires y… quizás, un poco, el fernet –bebida originalmente europea que ha pasado a formar parte de la identidad cultural argentina-. No obstante, al igual que en España no es todo paella y flamenco, en Argentina no es todo asado y tango. Lo verdaderamente real y auténtico es todo aquello con lo que voy topando de forma inesperada. Los variados colores de las casas del barrio de la Boca suavizados por la luz del atardecer, el gigante obelisco alzándose ante mí en una de las avenidas más anchas del mundo, las antigüedades del mercadillo en San Telmo pidiéndome a gritos que las lleve conmigo a casa. Y, por fin, la noche. A pesar del cansancio, la vida nocturna argentina está esperándome. Cada uno de los bares y garitos de la ciudad transforman, al caer el sol, a la niña bonita de Argentina en una joven alocada y gamberra. Y lo mismo pretenden hacer conmigo.

Donde nace el arcoiris

Iguazú
Cataratas de Iguazú, en el Parque Nacional de Iguazú

El guía nos avisa: chubasquero puesto si queremos admirar más secos que mojados una de las siete maravillas naturales del mundo: las Cataratas de Iguazú. Una maravilla que, además, actúa como límite natural entre Argentina y Brasil. Una vez allí, consigo entender por qué lo que tengo ante mí está considerado como una de las joyas más preciadas de la Tierra. Me siento minúscula e insignificante ante la enorme masa de agua, espuma y vapor. El sonido es atronador. Nos explican que puede oírse en 15 kilómetros a la redonda. Por ello las cataratas más bellas del mundo hay que verlas y oírlas, solo así pueden sentirse de verdad. Sin embargo es justo en ese pequeño instante en el que la luz atraviesa las miles de gotas de agua cuando se crea la verdadera magia: en Iguazú nace el arcoíris, que parece querer indicarnos el camino más directo al cielo.

Situadas en el Parque Nacional Iguazú, las poderosas cataratas han hecho que olvidemos el cansancio de la travesía. El olor a tierra mojada y hierba fresca, el aleteo de las aves tropicales vestidas de colores brillantes y el paisaje que nos ofrece el tren abierto mientras llegamos desde el lado brasileño de las cataratas hasta el lado argentino, son las sensaciones que nos recuerdan una vez más por qué ha valido la pena emprender este viaje.

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Paisaje del Cafayate, en la provincia de Salta

Entre aviones y autobuses nos desplazamos de una parte a otra de este inmenso país. A un ritmo mucho más tranquilo que Buenos Aires se mueve la provincia de Salta, apodada “la linda”. Fronteriza con Bolivia, de clima soleado, palmeras infinitas que sobrepasan los tejados y una catedral que quita el aliento. Lugar de folclore y talento, en ella –nos explican– podemos incluso llegar a padecer el “mal de altura” a distancia, al observar los picos de 5.000 metros que asoman desde los Andes. Extrañados al percibir que las gentes del lugar tienen las bocas inflamadas, llegamos a descubrir que, para paliar el mal de altura, tienen la costumbre de mascar hoja de coca, haciendo con ella una especie de bola. Una tradición heredada de los indígenas que habitaban la zona antes de que llegaran los españoles. Nosotros hemos llegado hasta aquí después de todo un día de aventura: bordeando la ruta del famoso Tren de las Nubes, pasando por ruinas preincaicas, llegando al corazón del altiplano la Puna, transitando parte del recorrido de la mítica Ruta 40, visitando las Salinas Grandes y, finalmente, descendiendo por la gran cuesta de Lipán hasta la ciudad de Salta. Todo ello con gasolina de repuesto encima, ante la posibilidad de no cruzarnos con un alma en kilómetros de recorrido por las carreteras y llanuras.

El silencio del hielo

Mientras estemos en este país, el espectáculo nunca se acaba. Los tonos de la montaña de Purmamarca cambian según transcurre el día, y hacen que sigamos disfrutando de las obras de arte que la naturaleza argentina nos ofrece. Pero, sin duda, lo mejor está por llegar. Ya en el sur del país, nos dirigimos al Parque Nacional Los Glaciares, a 80 km de la ciudad de El Calafete, que nos espera impasible e imponente. El árido paisaje estepario de la Patagonia Argentina se encuentra con el inmenso océano. Y… ¿cómo decirlo? No hay palabras para describir la sensación de estar ante un glaciar tan majestuoso e inabarcable, un bloque de hielo tan impresionante que nos eriza la piel a todos y a cada uno de los que estamos allí delante. Somos miles los viajeros que lo visitan a diario. Y aun así, solo se escucha un silencio sepulcral. Solo estamos el glaciar y yo, y ese silencio… que se interrumpe cuando el hielo anuncia, rugiendo desde su interior, que se producirá un desprendimiento en ese momento. Nunca habría llegado a imaginar que me emocionaría y conmovería tanto observando agua solidificada, pero todos coincidimos: estos glaciares son una maravilla ante los ojos de todo aquel viajero que los visite. Nos explican que se trata, además, de una de las reservas de agua potable más importantes del mundo después de los Polos.

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Glaciar Perito Moreno en El Calafate

Tengo la indescriptible sensación de haber visto más en estos días recorriendo Argentina que en toda mi vida. Ciudades, montañas, viñedos, selvas, cataratas, glaciares… de norte a sur, este país tiene el poder de hacer que el viajero quede perplejo a cada segundo. Ahora entendemos por qué dicen que el ego es el argentino que todos llevamos dentro, pues hemos sabido de primera mano cómo es esa personalidad de sus gentes, tan criticada por unos y alabada por otros, de tangos sentimentales y amores de todo o nada. Canallas y narcisistas pero de un corazón tan grande como su país. Aunque hemos conocido formas de vida muy diferentes de un lugar a otro mientras saboreábamos la travesía, una cosa nos ha quedado clara: todos están orgullosos y presumen -con razón- de su querida Argentina . Los guías locales en cada destino han sido capaces de transmitirnos todo su conocimiento, y es que ellos, mejor que nadie, conocen los usos y costumbres del lugar. Pero, sobre todo, han sabido compartir su sentimiento como viajeros del alma, aventureros y descubridores. Ya habiendo crecido como seres humanos después de un viaje así, solo nos queda darle la razón a aquél filósofo chino llamado Lao-tsé cuando decía que “un viaje de mil millas… comienza con el primer paso”.

Contactar con Aucan Travelling

 

Reportaje realizado a partir de conversaciones con la viajera Roxana Martínez Ucha y con Jorge Prestamo, guía de viajes en Aucan Traveling Experiences.

Canción: Otra luna - Carlos Libedinsky

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La pasarela del sendero de los Apalaches en Virginia Occidental cruza el río Potomac en Harpers Ferry

West Virginia Virginia del Oeste Formado tras la Guerra Civil americana (1861-1865), el estado de West Virginia, Virginia Occidental o Virginia del Oeste, había formado parte hasta entonces del estado de Virginia. Se trata de un estado famoso por sus montañas y por la gran cantidad de carbón existente en sus subsuelo. Tiene fronteras con los estados de Virginia, Maryland, Pennsilvània, Ohio i Kentucky.

La web de turismo de este estado es muy completa y permite preparar a fondo un viaje. Cada una de sus regiones ofrece un pecliar encanto. Así, el Panhandle del este abasta un buen número de ciudades históricas connectadas por el Washington Heritage Trail , una ruta de 136 millas que unes tres condados y recorre 40 lugares históricos y escénicos. Otra región turística por excelencia es la de los Lagos de Momtaña, donde hay grandes lagos -Stonewall Jackson , Stonecoal , Somers , Sutton y Burnsville- que ofrecen diversión acuática para todos.

Comentario actualizado el 6 de julio del 2016

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Catarata en el lago Quinault, estado de Washington

washington Washington. El estado de Washington está en la costa del Pacífico y su capital es Seattle. Se trata de un estado con un paisaje muy diverso. Tiene altas montañas y selva tropical. Además disfruta de una importante zona vinícola, montañas, playas  y bellas ciudades.

La página oficial del turismo de este estado es muy completa. Incluye una guia en PDF

Es alto, apuesto y simpático. Atiende a cualquiera que se le acerca como si estuviese tratando con sus vecinos de toda la vida. Todo el mundo lo conoce, fue un famoso jugador de rugby en sus mejores tiempos. Ahora se apoda Bebelle, en honor a su padre, y regenta un puesto en el mercado de la ciudad de Narbona. De hecho, él mismo asegura que conoció y aprendió del célebre Pinocho, del barcelonés Mercat de la Boqueria. Lo más curioso es verlo en plena acción: él pide la carne al carnicero del puesto de en frente y éste se la pasa por los aires como quien pasa un balón de rugby. Él, por supuesto, la coge sin mirar, con una mano y con la destreza de quien ha jugado durante tanto tiempo. Digno de presenciar.

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Texto: Judit Vela
Imágenes: Judit Vela y Tryptic Comunicació

Al Mercado Les Halles hemos llegado después de atravesar el río que cruza la ciudad, por un puente decorado con flores a ambos lados. Desde el Puente de los Mercantes pueden observarse las barcas y las casas viejas de colores ocres y gastados por el paso del tiempo, una postal que hace que resulte imposible no sacar la cámara. De hecho, el Canal de la Robine ha sido declarado Patrimonio Mundial por la Unesco. La luz ilumina el paseo de árboles por el que hemos caminado hace un momento. Estamos en Narbona. Un lugar poco explotado por las revistas y blogs de viajes, uno de esos rincones que ocultan entre sus muros historia, arte y cultura, a tan solo dos horas en tren desde Barcelona. A veces tenemos la mala costumbre de viajar lejos buscando algo que, en realidad, tenemos a pocos pasos de la frontera.

Narbona, tierra de historia

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Calles del casco antiguo de Narbona, Francia

Tuvo su tiempo de gloria. Narbona fue la capital de la Galia romana, atravesada por la Vía Domitia. Era un paso obligado para ir desde Italia a España. Podemos observar los restos de esta vía en la misma plaza del Ayuntamiento. Hoy los niños juegan en ella, pisando lo que un día pisaron las legiones romanas. La guía nos explica que el Ayuntamiento, afortunadamente, tomó la decisión de dejarla al descubierto. A pocos pasos de allí encontramos la catedral de San Justo y San Pastor, olvidada por quienes debieron acabarla para que fuese una de las cuatro catedrales más grandes de Francia. Aun así deja más que satisfecho al visitante, con ese estilo gótico que tanto nos recuerda a la de Notre Dame de París. A través de una callejuela a la sombra llegamos al museo de la ciudad. En él, la guía nos explica la curiosa historia de la vizcondesa Ermengarda, una figura popular muy querida por las gentes de Narbona. Luchadora, inteligente, protectora de trovadores y con una vida digna de plasmar en una película hollywoodense. Para acabar la visita, la guía nos cuenta que en 2016 se pondrá en marcha el proyecto para construir el segundo museo romano más grande del mundo.

Les Grands Buffets, un sueño gastronómico

Nuestro estómago empieza a rugir. Tenemos la gran suerte de estar en la ciudad que acoge el mejor bufet libre de Europa. ¿Bufet libre? Sí, pero muy alejado de la idea tradicional de bufet y de la típica imagen que nos viene a la cabeza: mucha gente, demasiadas colas y mala calidad. Para los amantes del buen comer, Les Grands Buffets es todo un sueño hecho realidad: alta cocina francesa sin límite y sin necesidad de vaciarse los bolsillos. Elegancia, orden, limpieza y tranquilidad. Una vez allí, te das cuenta de que no hay necesidad de empacharse. Sabes que volverás en algún momento y podrás probar lo que no pruebes la primera vez.

El recorrido es sencillo. Cuatro grandes apartados: La Rostissérie, La Mer, La Fromage y La Pastissérie.  El centro del restaurante nos atrae por su olor a brasas y asado: en él se encuentra La Rostissérie. Los chefs cocinan los platos al momento, a la vista y al gusto de quien espera perplejo y hambriento al otro lado del mostrador. Entrecots, magret de pato, langosta o bogavante, entre muchos otros. Aunque quizás seas más de pescado. Si es así, tu lugar es La Mer: infinita variedad de mariscos como las ostras de Gruissan, mejillones, salmón ahumado

Les Grands Buffets (3)
La Rostissérie, Les Grands Buffets (Narbona)

Pero, quizás, lo más impresionante sea La Fromage: más de 40 variedades de queso. Y aun así, el propietario de Les Grands Buffets, Louis Privat, nos cuenta que no está conforme. Quiere llegar a tener 80 tipos de quesos. Y es que Francia tiene una curiosa tradición que puede verse también en algunos hogares españoles: comer queso después de comer, como postre. Aun así, para aquellos que prefieran postre dulce, está La Pasissérie. El paraíso de los golosos, con 100 postres a elegir entre los que se encuentran macarons, crepes, milhojas, bizcochos, etc.

La Fromage, Les Grands Buffets - Narbona
La Fromage, Les Grands Buffets (Narbona)

No podemos dejar de mencionar los vinos, a precio del distribuidor. Una selección de 70 variedades de toda la región del Languedoc-Roussillon. Oh la lá, Narbona. Nuestro estómago sigue rugiendo, pero esta vez no es por el hambre. Son las mariposas que aletean en nuestro interior después de habernos enamorado irremediablemente de ti. Volveremos a escaparnos pronto para disfrutar de tus encantos con la certeza de saber que viviremos un día singular y memorable. À bientôt!

Precios: Les Grands Buffets 29,90€ (sin bebida). Niños hasta 5 años gratis. Niños de 6 a 10 años 14,95€.

Cómo llegar: Tren Renfe-SNCF, dos horas Barcelona-Narbona. Les Grands Buffets se encuentra a 20 minutos de la estación caminando, aunque también se puede llegar en autobús.

The Green River, Wyoming
Río Verde, Wyoming

wyoming Wyoming En el estado de Wyoming está el mayor parque nacional de Estados Unidos, el parque de Yellowstone, que en el 2016 celebra su centenario. Aquí también está el primer monumento nacional: Torre de los diablos. En total, el estado cuenta con la impresionante cifra de 25 lugares históricos nacionales y 11 lugares reconocidos a nivel nacional como zonas de recreo, senderos y monumentos (consulte la lista completa aquí). Con estos antecedentes no hace falta decir que Wyoming ofrece unos espectaculares paisajes y que visitarlo merece mucho la pena.  Se puede elegir entre picos nevados y mesetas alpinas o amplias praderas desde las que se disfruta del perfil de las Montañas Rocosas. Wyoming es un estado con grandes reminiscencias de la conquista del oeste, empezando por su capital, Cheyenne o por su bandera en la que aparece un bisonte.

El clima en Wyoming es frío, seco y ventoso en comparación con el resto de los Estados Unidos; esto se debe a la topografía del estado.

En la web de turismo oficial de Wyoming invitan a quienes viajes a este estado ya sea "por vía aérea, en automóvil, por tren o a caballo", a consultar toda la información para planificar el viaje". Se puede consultar la lista de los aeropuertos, localizar y explorar los Centros de Información de Wyoming mientras uno se acerca por carretera, o encontrar una lista de lugares donde alquilan coches.

Reservar alojamiento en Wyoming

Comentario realizado el 11 de marzo del 2016

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Isfahán y la mezquita Sheikh Lotfollah

Irán TurismoTurismo oficial de Irán Durante años, Irán ha sido un misterio y ha mantenido sus secretos lejos del alcance de los turistas. Sin embargo con la apertura el país está abriendo a los viajeros la belleza de sus paisajes, su historia, su cultura y su oferta espiritual. Son numerosos los monumentos, mezquitas, casas, palacios y mercados tradicionales con una arquitectura única y hermoso diseño que sin lugar a dudas  sorprenderán a los viajeros. En la página web oficial del turismo de Irán (en inglés) se halla toda la información necesaria para preparar un buen viaje.

En cada ciudad, en cada región del país hay artesanías únicas, desde  la fina cachemira y seda tejida a mano en Yazd, al diseño de azulejos en la mezquita Jame, en Isfahan, o las alfombras únicas con diferentes diseños de Tabriz.

Al tener un clima con cuatro estaciones, es posible que los turistas de esquíen en Dizin o en Shemshak durante el otoño y el invierno, mientras que, al mismo tiempo, puedan practicar deportes náuticos en el Golfo Pérsico.

Reservar hotel en Irán

Comentario realizado el 26  de marzo del 2019

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Viajes a Egipto al mejor precio

Debían ser las 6 de la mañana cuando una bofetada de aire caliente me golpeó al bajar del autocar. Un paisaje de color marrón arena se extendía ante mis ojos y el característico pero organizado caos de El Cairo quedaba en un segundo plano. Mis ojos avanzaron lentamente a través del desierto hasta toparse con un pedazo de historia viva, una construcción enigmática, un sueño que al fin se hacía realidad. Sí, estaba en Egipto, cuna de las civilizaciones más extraordinarias, de faraones y dioses, de rituales y templos. Me encontraba en el corazón de una ciudad vibrante y llena de energía, donde cada paso sacudía a los sentidos y cada rincón escondía un secreto.

Prámides de Giza
Pirámides de Giza, Egipto

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Texto y vídeo: Irene García (Una vida de aventuras)
Imágenes: Pixabay

Las imponentes siluetas de las pirámides de Giza se alzaban hasta casi tocar el cielo. Inmóviles sobre la arena del desierto desde hace más de 4.500 años son la única maravilla del mundo antiguo que se conserva en la actualidad. Tumbas inexpugnables que albergaban tesoros y objetos que podían ser de utilidad para el faraón en su otra vida. En el interior de estas majestuosas construcciones, un laberinto de pasadizos angostos y galerías oscuras serpenteaba hacia arriba y hacia abajo hasta la cámara funeraria del faraón, cuyas paredes estaban cuidadosamente decoradas con textos jeroglíficos desteñidos por el paso de los años. Se trata de uno de esos lugares a los que hay que viajar al menos una vez en la vida. La atmósfera que se respira te transporta directamente al corazón de la civilización egipcia, te imaginas caminando por los zocos, los salones de palacio, surcando el Nilo en barcas de vela o haciendo ofrendas a Horus y Ra en sus majestuosos y coloridos templos plagados de columnas y estatuas colosales.

No muy lejos de allí, una gran esfinge (cuerpo de león y cabeza humana), guarda el lugar. A pesar de la erosión y sedimentación por las arenas del desierto, la esfinge luce majestuosa e intimidante, y emociona al tenerla frente a frente con su presencia retadora.

Una travesía por el Nilo

Faluca en el Nilo
Faluca, embarcación egipcia, navegando el Nilo

Egipto tiene mil rostros y formas apasionantes de recorrer su historia, y quizás, navegar el Nilo, el gran río de África, resulta imprescindible para captar la magia atemporal del país. Un crucero de 4 días por el Nilo a través de 200 kilómetros de tesoros arqueológicos a bordo de un barco es, sin duda, la mejor excusa para caer rendido a sus pies, perder la cabeza y terminar perdidamente enamorado de Egipto.

Las embarcaciones estaban atracadas en el puerto, apiladas en paralelo de forma que para llegar a la última debías cruzar todas las demás. A la entrada, una toalla caliente y un té rojo aguardaban mi llegada, y en la habitación, un mono saltarín, un cisne o un caimán, dependiendo del día, dibujaban en mi cara una sonrisa de oreja a oreja. Resulta que la tripulación se entretenía cada día creando maravillosas imitaciones de animales con toallas, a veces incluso se escondían en el pasillo para ver la sorpresa de sus huéspedes.

Los atardeceres en cubierta eran un regalo. Todo estaba en calma, el viento cálido mecía las velas de las falucas, las orillas se teñían de un color anaranjado casi rosa, el sol comenzaba a descender lentamente en el horizonte y el resto de naves surcaban las aguas del Nilo despreocupadas. Cuando caía la noche, los aromas de las especias subían hasta la cubierta, el curry se mezclaba con la guindilla, el cardamomo, el jengibre y la canela en una danza de olores, sabores y recuerdos bajo la noche estrellada. Las conversaciones con el guía, recostados en las tumbonas de la piscina, la noche de las chilabas y los bailes de danza del vientre también tenían lugar en aquel sitio privilegiado.

Templo de Luxor
Columnas y obelisco en el templo de Luxor

Por la mañana, los templos egipcios seguían en pie, al igual que miles de años atrás. La luz del día mostraba sus secretos y permitía apreciar una compleja lista de dioses, faraones, esposas e hijos que se paseaban entre las paredes de aquellos mitos vivientes. Templos como el de Karnak, la mayor construcción religiosa jamás realizada, regalaban una visita inolvidable a través de sus columnas, estatuas, obeliscos y santuarios. La imponente entrada al templo de Luxor con su avenida de esfinges, palmeras, columnatas y las estatuas sentadas de Ramsés II, las increíbles dimensiones del pilono en el templo de Horus, en Edfu, o la majestuosa fachada de Abu Simbel componían un mosaico abrumador, repleto de significado, historia y belleza, donde los indescifrables jeroglíficos que se sucedían sin control por sus paredes dibujaban mucho más que una historia de dioses, aquellos dibujos desteñidos y en algunos casos mutilados eran la explicación a una civilización entera.

El hogar de los faraones

El guía nos aseguró que debíamos salir temprano si no queríamos abrasarnos de calor a medio día, así que desayunamos en el bendito buffet del barco y nos dirigimos al fascinante Valle de los Reyes.

El trenecito bailaba zigzagueante entre las enormes montañas derretidas que formaban el valle en medio del desierto, mientras Sherif, el guía, relataba apasionadamente la historia de los faraones que allí descansaban. Él era egiptólogo y tras 15 años ejerciendo de guía conocía los lugares como la palma de su mano, nos mostraba cosas que los demás ignoraban y nos evitaba las avalanchas de turistas.

Valle de los Reyes
Vista aérea del Valle de los Reyes

A simple vista el valle era eso: un valle. Ninguna pista delataba la existencia de tumbas faraónicas, de tesoros de incalculable valor o de cuerpos embalsamados hace miles de años. A diferencia de otras construcciones egipcias, el Valle de los Reyes era humilde y pasaba desapercibido bajo el recalcitrante sol de la mañana. Unas entradas a modo de túnel en las bases de las montañas indicaban el acceso a las diferentes tumbas, más de 60 por el momento.

Parecía un sueño estar allí con la realeza egipcia. Los cuerpos embalsamados, momificados y sepultados bajo tierra; las cámaras funerarias escondidas a través de laberintos subterráneos; las paredes repletas de jeroglíficos con llamativos colores naranjas, azules y rojos; los sarcófagos tallados y los miles de objetos por clasificar se sucedían a cada paso del extenso valle. La esencia de todos los libros y películas sobre Egipto estaba concentrada en aquel lugar. Respirar ese aire era como  retroceder en el tiempo a 1922 cuando Howard Carter abrió la celebérrima tumba de Tutankamón y desató con ello la temida maldición del rey-niño. Sin embargo, el valle escondía más de lo que parecía. Entre las montañas del Valle de las Reinas, se alzaba espléndido y desafiante el templo de Hatshepsut, la primera reina-faraón. Unas terrazas escalonadas, comunicadas por unas enormes rampas, reposaban bajo el sol abrasador, antaño rodeadas de jardines y árboles exóticos, y completaban el puzle que es la historia de los dioses y reyes egipcios.

fiesta de las chilabas
Grupo de viajeros durante la fiesta de las chilabas (foto: Sherif Shahin)

Sin duda, Egipto es un  país que te atrapa de todas las formas posibles. Puede cautivarte mientras estás perdido en un zoco rodeado de babuchas de miles de colores, vasos de té a la menta danzando entre los puestos y el olor a narguile en el aire, regateando por absolutamente todo, saboreando un plato del mejor kefta, incluso endulzando las tardes con un delicioso baklava o visitando las joyas arqueológicas más imponentes del mundo. Después de 8 días en un tour por Egipto no querrás marcharte, vivirás recordando las noches cálidas de El Cairo y las tardes refrescantes en el Nilo, la entrada a las pirámides, la subida al Monte Sinaí tras las huellas de Moisés, la llegada al Valle de los Reyes. Te imaginarás recorriendo una vez más la sala de las enormes columnas de Karnak o atravesando la majestuosa entrada de Abu Simbel, rememorarás los tatuajes de henna, que ya habrán desaparecido, las largas conversaciones con el guía en la cubierta del barco y la amabilidad y buen corazón de la gente. Puede que hasta recuerdes con cariño aquella vez que intentaron cambiarte por 30 camellos rojos, ojo, que son los más caros.

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Viajar a Egipto al mejor precio

Reportaje realizado a paritr de conversaciones con los viajeros Carlos Elizondo y María Soledad Paidón y el egiptólogo Sherif Shahin de Tierra Sinai.

Canción: Sufi- Omar Faruk Tekbilek