Vaya por delante que la mejor ruta por carretera del mundo es aquella que uno mismo ha recorrido, aquella en la que hemos vivido experiencias inolvidables ya sea en compañía o solos, aquella que jamás vamos a olvidar. Fuera corta o larga esa es la mejor ruta del mundo para cada uno de nosotros. También habrá quien todavía no haya vivido la experiencia de viajar por carretera con el único objetivo de disfrutar del camino. Para éstos la editorial Lonely Planet acaba de editar un libro a modo de inspiración. “Las mejores rutas del mundo por carretera”.
Texto: Josep Maria Serra
“Hace apenas media hora que inicié mi viaje por las Montañas Rocosas de Canadá y ya he tenido que frenar en seco. Un alce ha decidido aparcar en mitad de la carretera. Está plantado en mitad del camino, masticando hierba. Llevo esperando 10 minutos y no se ha movido ni un ápice”. Anécdotas como ésta con la que Oliver Berry inicia la ruta Icefields Parkway de Canadá, son las que se instalan en nuestro recuerdo. Muchas veces olvidamos de donde partimos o adónde nos dirigíamos, pero nunca olvidamos un contratiempo, algo que nos llamó la atención o qué pasó un día que nos perdimos. Al final de la vida nuestra memoria está llena de anécdotas y para quienes gustan de viajar muchas de ellas han sucedido mientras nos trasladábamos de un lugar a otro.
"La vida no es la que uno vivió, sino la que uno recuerda y cómo la recuerda para contarla" Gabriel García Márquez
El libro “Las mejores rutas del mundo por carretera” está lleno de anécdotas. Y también está lleno de ideas y propuestas para viajar por los cinco continentes, explicadas por grandes viajeros que las han recorrido personalmente. Muchas de las rutas propuestas son conocidas, como la Ruta 66, la Pacific Coast Highway de California, la Wild Atlantic Way en Irlanda o la Great Ocean Road en Australia, otras son propuestas sencillas para viajeros tranquilos y también las hay para los más atrevidos como algunas rutas por Vietnam, Bután, Pakistán o Nepal.
Los viajes por carretera requieren poca preparación (un vehículo en condiciones acostumbra a ser suficiente) y se pueden hacer solos o en compañía. Las rutas que se proponen en el libro son de lo más variado. Algunas duran unas horas, otras un fin de semana y las hay que necesitan más de una semana. Hay rutas que bordean mares como la de “Las tres cornisas de la Costa Azul” y otras que atraviesan cordilleras como la “Ruta circular de Katmandú” o desiertos como la que va de Alice Springs a Darwin en Australia. También las hay culturales como la de los ”Castillos del Loira” en Francia o la que recorre bodegas de la Rioja, o las que permiten descubrir fascinantes paisajes como la Lonesome Pine que atraviesa la Cordillera Azul en Estados Unidos.
“Es media mañana en la costa este de Islandia, pero parece de noche. La niebla cubre la carretera, y tierra, mar y cielo se funden en un gris espectral. A veces entre lo plomizo brotan cimas negras, y los desgarros de la nube revelan súbitos retazos de costa: rocosos acantilados, dunas herbosas, playas de arena negra. Las gaviotas bailan en el viento”. Con esta poética descripción inicia Oliver Berry su “Círculo mágico” alrededor de la isla de Islandia. Y es que las carreteras no son el asfalto. Son aquello que lo envuelve, que nos envuelve y que nos hace mirar a un lado y a otro. Que nos hace parar junto el camino para poder memorizar un instante. Para ello hay que viajar sin mirar el cuentakilómetros ni el reloj, sin programar el GPS, dando al destino la oportunidad de perdernos. Solo así nuestro viaje habrá valido la pena y lograremos retenerlo en nuestra memoria.
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