Bosnia, en ‘paracaidismo fotográfico’

jms
02/07/2015

El epicentro de la Guerra de los Balcanes todavía sufre las consecuencias del conflicto. Si uno aprovecha la oportunidad de conocer sus ciudades y gentes corre el riesgo de empatizar tanto que puede llegar a sentir la alegría y el dolor de sus habitantes. A través de una especie de paracaidismo muy especial descubriremos este país mediante pequeños -aunque intensos- reportajes fotográficos.

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Texto y fotos:
Judit Vela

Aunque a priori pueda asustar la idea de recorrer casi 2.000 kilómetros en una furgoneta o un minibús, es una buena alternativa cuando se viaja por primera vez con desconocidos a un país en el que nunca se ha estado antes. Esos kilómetros de interminables carreteras, áreas de servicio cutres y atardeceres difuminados por el vaho de las ventanillas son esenciales para que la ilusión de uno mismo vaya aumentando. También son necesarios para que unos y otros viajeros vayan conociéndose, y más si vienen de distintos lugares y tienen diferentes edades.

Viajar así es algo sencillo hoy en día gracias a internet. La gente puede conectarse de una punta a otra del mundo con el objetivo de compartir experiencias reales. En nuestro caso, nos conectamos diez personas desde diferentes puntos de España. Nuestro objetivo es viajar a Bosnia para hacer un tipo de paracaidismo un tanto especial: ir de pueblo en pueblo, “saltar” desde el minibús -solos o en parejas- y buscarnos la vida para conocer primero y fotografiar después a las personas que encontramos en nuestro camino.

Previamente nos ponemos en contacto con lugareños para tener asegurados varios sitios en los que dormir. Multitud de páginas web están hechas para encontrar este tipo de alojamiento. Es, sin duda alguna, una de las mejores vías para conocer e integrarse en nuevos mundos.

Por fin, dejando atrás los miedos e inseguridades en casa, nos ponemos en marcha. Unos y otros viajeros compartimos experiencias, practicamos el idioma y explicamos lo que sabemos sobre el lugar hacia el que nos dirigimos.

Lo que todos conocemos como la antigua Yugoslavia era un territorio compuesto por seis repúblicas federadas (Eslovenia, Croacia, Bosnia-Herzegovina, Montenegro, Serbia y Macedonia) y dos provincias autónomas (Kosovo y Voivodina). A pesar de que ya habían existido conflictos en esta zona, popularmente conocida como “los Balcanes”, en la década de los 90 la crisis económica empezó a crecer y cada república actuó en favor de sus propios intereses. El problema, entre muchos otros, fue que el territorio yugoslavo no era uniforme: en todas las zonas habían convivido pacíficamente etnias diferentes durante mucho tiempo, hasta que empezó a desvanecerse esa paz y estalló el conflicto. Genocidios, bombardeos, destrucción. Más de 20 años después quedan todavía demasiados resquicios de la guerra. Sobre todo, en Bosnia. El epicentro de aquel largo y doloroso conflicto. [/box]

Antes de llegar a nuestro destino dormimos una noche en Vicenza, un pueblo italiano de canales y casas viejas, cerca de Verona. Al día siguiente, tras haber dejado atrás la costa francesa y la parte superior de la bota de Italia, pasamos por Eslovenia y Croacia. Estar de paso es triste y mágico a la vez, uno no debería poder decir nunca que ha viajado a esos lugares ni que ha estado allí, pero en realidad ha visto una pequeñísima parte desde el asfalto que parecía pedirle a gritos un espacio en la memoria.

Llegamos a la frontera más esperada, la frontera entre Croacia y Bosnia. Es de noche, ya no vemos montañas verdes salpicadas de tejados granates y humo blanco saliendo de sus chimeneas. Ahora que nos hemos adentrado más allá de las carreteras vislumbramos, entre la oscuridad, cementerios e iglesias. Hoy, al fin, dejamos atrás las áreas de servicio y la comida rápida para sentarnos en algún restaurante y probar el famoso burek, una especie de empanada rellena de queso o carne picada tradicional en muchos países del Sureste Europeo, el Medio Oriente y el norte de África.

Mostar Bosnia
El Puente Viejo de la ciudad bosnia de Mostar, sobre el río Neretva

 Día 1 en Bosnia: Mostar, la ciudad dividida

Al día siguiente, bien temprano, podemos tomar esa ducha tan esperada en la primeracasa en la qu e nos alojamos. Hoy empieza la parte más emocionante de nuestra aventura, realizamos nuestro primer salto en paracaídas. Nos dirigimos a Mostar, una de las ciudades más importantes del país. La ciudad se encuentra dividida por una carretera: a un lado está la parte musulmana y al otro la parte católica.

Bosnia está compuesta por un 48,4% de bosníacos, un 32,7% de serbios y un 14,6% de croatas. Cada grupo étnico también tiene una religión mayoritaria en común: los bosníacos son musulmanes, los serbios son cristianos ortodoxos y los croatas católicos romanos. En Mostar, por ejemplo, hay grupos de amigos cuyos miembros son de diferentes religiones, pero ellos mismos reconocen que no se casarían con alguien “del otro lado” porque sus familias lucharon entre sí. Es un claro ejemplo de los resquicios que todavía quedan de la guerra.

Mostar Bosnia (2)
Edificio con señales de guerra en la ciudad de Mostar

Por ser la primera vez, “saltamos” todos juntos del minibús, aunque nos separamos de forma individual para realizar el primer ejercicio fotográfico. Se trata de intentar buscar un tema en común entre ambos lados, el musulmán y el católico, para olvidar por momentos las obvias diferencias y retratar los detalles que los unen. En esta ciudad, a pesar de ser una de las más turísticas, ya nos sorprende ver grandes agujeros de bala en las paredes de los edificios y un campo de concentración a las afueras. También vemos suciedad, viviendas abandonadas y cristaleras rotas. Todo ello combinado con el famoso y bello puente sobre el río Neretva, (Mostar le debe el nombre a este puente, el “Stari Most” o Puente Viejo), los comercios artesanos y un sol radiante que ilumina todas las cúpulas, ya sean de iglesias o mezquitas. A las 17h dejamos de hacer fotos, pero nos quedamos en Mostar para disfrutar del puente iluminado por la noche y de una cena en algún restaurante de la ciudad.

Día 2: Las zonas rurales, las más hospitalarias

Ravno Bosnia (1)

Hoy, en nuestro segundo día en Bosnia, saltamos del minibús en parejas para realizar el ejercicio fotográfico en diferentes pueblos rurales de la zona, aunque de forma individual. Esta vez se trata de fotografiar a una persona ejerciendo su oficio. La gente nos abre la puerta de su casa sin pensarlo dos veces, y en general aceptan ser retratados por nosotros.

Para volver a “casa” hacemos autoestop. Nos asaltaba la duda en ambos casos: ¿la gente abre la puerta de su casa así como así? ¿la gente ayuda a un desconocido a llegar a su destino de forma desinteresada? Ambas son prácticas totalmente normalizadas en muchos países, aunque a nosotros –supuestamente abiertos y extrovertidos- nos parezca extraño y peligroso. La confianza y la hospitalidad de la gente resultan abrumadoras.

Día 3, 4 y 5: Rumbo a la capital, Sarajevo

Es nuestro tercer día en Bosnia y el quinto desde que atravesamos los Pirineos. El ejercicio fotográfico de hoy consiste en retratar la economía de la zona. Vemos que en los pueblos rurales generalmente se dedican a la agricultura (sobre todo al cultivo de tabaco), a la ganadería y a la recolección de leña. Al día siguiente cogemos un tren rumbo a Sarajevo, a unas tres horas del lugar. Un tren que recuerda a los que circulaban en España hace 50 años, aunque no es lo único que nos recuerda a la España de aquella época. En un coche de cinco plazas pueden llegar a subirse siete personas sin abrocharse los cinturones. Entre el humo del tabaco y el bullicio intentamos realizar un ejercicio fotográfico dentro del tren de temática libre.

Sarajevo Bosnia
Hombre sentado en el tranvía hacia Sarajevo, la capital del país

En ese tren, un hombre nos cuenta que en el 2013 Bosnia llegó al 44,3% de paro. Bajamos en Sarajevo, la capital del país. Hoy las fotografías deben retratar la forma de trabajar de los artesanos, desde barberos hasta fabricantes de joyas. Podemos aprovechar para hacer compras y llevarnos algún que otro recuerdo: alfombras, fulares, cachimbas o incluso balas de la guerra reconvertidas en bolígrafos. Al parecer, la guerra se ha convertido a día de hoy en un gran negocio turístico.

En Sarajevo hay mucho que ver. Desde el Fuerte Amarillo tenemos vistas a la ciudad y a los infinitos cementerios blancos de la guerra, en la Biblioteca Nacional podemos ver las huellas del bombardeo de 1992 (se destruyeron el 90% de los libros y manuscritos), paseando por las calles topamos con marcas rojas en el suelo que señalizan los lugares donde impactaron los morteros… Esta noche dormimos aquí, en la capital. Por la mañana, y después de haber oído llover durante toda la noche, vemos que ha nevado.

Hace unos días moríamos de calor en Mostar y hoy vemos una ciudad cubierta de blanco. Hoy volvemos a hacer paracaidismo en una zona rural y debemos conseguir hacer la foto de familia más numerosa, compitiendo entre las parejas de viajeros. Sin embargo, no habrá más premio que la vivencia y la satisfacción propia.

Día 6: Lágrimas de empatía

Hace siete días que partimos desde una estación de autobuses en Barcelona. Hoy es nuestro último día en Bosnia y acabamos con un reportaje sobre el día a día de una familia. Cruzamos a pie la frontera con Serbia. Y el día no acaba aquí. Nos vamos a Srebrenica, un municipio de la República Srpska. Este pequeño enclave minero en el que aun hoy en día hay toques de queda, sufrió una masacre durante la guerra en la que 8.000 bosnios fueron asesinados.

Cementerio de Srebrenica, ciudad de la República Sprska

Visitamos el cementerio, en el que hay cientos de tumbas. Durante todo el viaje hemos disfrutado de sonrisas, de la ayuda que nos ha ofrecido la gente, de las historias, las vidas… han hecho que acabemos entendiendo una mínima parte de su dolor. Mañana, muy temprano, empezaremos nuestro viaje de regreso a casa, cargados de recuerdos y experiencias irrepetibles.

En Bosnia hemos descubierto, sin duda, una tierra única a la que hay que regresar.

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